31 mayo 2006
MUERTE EN DIRECTO
Hay mucho de obsceno -no diré ya irrespetuoso, que la barrera del respeto la saltamos, mejor dicho, derribamos y pisoteamos hace bastante tiempo- en la cobertura por parte de la prensa de la agonía y muerte de Rocío Jurado. La tropa ha sitiado la residencia de la artista en La Moraleja y mete la cámara en el ojo y el micrófono en la boca de cada pariente, médico o asimilado que cruza la verja. No se trata sólo de nutrir los “salsas rosas” y “tomates”, sino de dar el parte en el parte, una “noticia humana” en mitad de los sucesos y politiqueos habituales. Fariseísmo puro en las frases de catálogo (“la familia está pasando por su momento más difícil”) y en los gestos (hoy, mientras esperaba el comienzo del telediario, la despedida de Anne Igartiburu, ese compungido “hasta mañana, corazones” con pucherito incluido, casi me hace potar). Abomino de esa parte de mi profesión que, en nombre de la libertad de expresión o del interés general, no deja morir en paz en la gente (o la resucita para darle estopa).
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2 comentarios:
Sí, estoy de acuerdo en que hay que repartir la responsabilidad entre famosos y periodistas. Y no olvidemos la tercera pata: el público. Si esos programas no tuvieran la audiencia que tienen, otro gallo nos cantaría.
Me acabo de enterar de la muerte de Jurado. Supongo que lo que hemos visto no es nada para lo que nos espera. Hay que explotar el filón hasta la náusea.
Ayer estuve viendo y escuchando a Sánchez Dragó y a Coto Matamoros discutiendo sobre la televisión basura bajo la batuta del loco de la colina. Evidentemente, la perspectiva de cada uno era distinta pero con un común denominador: ese tipo de televisión es nauseabundo pero rentable. Como siempre, me voy a llevar el asunto a mi terreno: si a un ingeniero se le cae un puente o si a un arquitecto se le derrumba un edificio por haberse ahorrado en la estructura, independientemente de las repercusiones legales, es vilipendiado por el resto de la profesión. Periodistas!, reaccionad, haced algo para que impresentables como éstos de los que estamos hablando utilicen vuestro nombre en algo que en el reino animal sólo hacen las hienas y los buitres. Ya está bien de escuchar justificaciones como el socorrido: “Estamos haciendo nuestro trabajo”. Por favor, vuestro trabajo es otro, y tú, Mike, nos has dado buenas muestras de ello.
Riddleman
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