11 julio 2010

EL DICHOSO DIFERENCIAL

Declaraciones de un compañero en la tertulia vespertina de la máquina de café: «Lo importante no es ganar a Alemania en la semifinal, sino que no se dispare el diferencial con respecto a ese país». Sus interlocutores le miran estupefactos. El tipo habla en serio. Como todo el mundo (ejem...) sabe, el diferencial mide el riesgo que tiene cada estado de devolver lo que le han prestado los inversores. Con respecto a Alemania, que posee el bono de referencia en Europa, somos bastante sospechosos. Llegados a este punto, la posibilidad de que los integrados hagamos caso a los apocalípticos tiende a cero, por mucha razón que tengan; la crisis galopa, sí, pero vivimos en una burbuja futbolera. Lo siento por algunos prestigiosos columnistas que despotrican contra la fiebre patriótica, la venta de camisetas de la selección, las primas de los jugadores y el pulpo Paul. De repente, una noticia acude en nuestro auxilio para sofocar cualquier atisbo de remordimiento. Según un informe del banco holandés ABN Amro, el PIB del país ganador del Mundial crecerá de forma adicional un 0,7 por ciento este año; así ha ocurrido por término medio desde 1970. Pero ojo: el efecto para el perdedor de la final es de un retroceso de 0,3 por ciento. Así que los críticos deberían sumarse hoy a la causa.

05 julio 2010

EL ROLLO ÉSE DEL GEN GANADOR


Ser del Atleti conlleva varias servidumbres, por ejemplo soportar la cantinela del «gen ganador» que tienen nuestros vecinos de la Castellana y nosotros no. La expresión hace carrera los años de Mundial. Los finos analistas se apoyan en un hecho incontestable: cuatro selecciones (Brasil, Italia, Alemania y Argentina) acaparan catorce títulos de dieciocho posibles y todas las finales han contado, al menos, con la presencia de una de ellas. El asunto va adquiriendo la categoría de maldición bíblica: da igual el ruido que hagan los transgresores; el día D a la hora H se encontrarán con uno de esos equipos tocados por un ángel, y adiós muy buenas. La «naranja mecánica» de Cruyff, Neeskens, Rep, Krol, Jansen, Rensenbrink y los hermanos Willy y René Van de Kerkhof vivió esa amarga experiencia. La explicación para los puristas es clara: resulta que esos tipos eran unos perdedores de manual.

En los vaciles previos el recurso es usado por entrenadores, jugadores y aficionados de las selecciones llamadas a la gloria: ¿por qué va a ganar la Copa Holanda o España si no tienen el gen ganador? Es en ese momento cuando aparece otra de las servidumbres atléticas, el romanticismo, para desear -sin datos empíricos, es cierto- que el de Sudáfrica sea el Mundial de un «outsider», un impuro genéticamente hablando.