28 abril 2012

SONG OF WANDERING AENGUS



The Song of Wandering Aengus 
William Butler Yeats


I went out to the hazel wood,
Because a fire was in my head,
And cut and peeled a hazel wand,
And hooked a berry to a thread;
And when white moths were on the wing,

And moth-like stars were flickering out,
I dropped the berry in a stream
And caught a little silver trout.
When I had laid it on the floor
I went to blow the fire a-flame,

But something rustled on the floor,
And someone called me by my name:
It had become a glimmering girl
With apple blossom in her hair
Who called me by my name and ran
And faded through the brightening air.

Though I am old with wandering
Through hollow lands and hilly lands,
I will find out where she has gone,
And kiss her lips and take her hands;
And walk among long dappled grass,

And pluck till time and times are done,
The silver apples of the moon,
The golden apples of the sun.


La canción de Aengus errante

Salí al bosque de avellanos,
Porque tenía un incendio en mi cabeza,
Y corté y pelé una rama de avellano,
Y enganché una baya al hilo;
Y mientras volaban las polillas blancas,
Y estrellas como polillas titilaban,
Eché la baya en el arroyo
Y atrapé una pequeña trucha dorada.

Cuando la hube dejado en el suelo
Fui a encender el fuego,
Pero algo susurró en el suelo,
Y alguien me llamó por mi nombre:
Se había convertido en una muchacha de tenue brillo
Con flores de manzano en su cabello
Que me llamó por mi nombre y corrió
Y se desvaneció entre el aire que aclaraba.

Aunque ya estoy viejo de vagar
Por tierras bajas y tierras montañosas,
Descubriré dónde se ha ido,
Y besaré sus labios y tomaré sus manos;
Y caminaré por la larga hierba de colores,
Y cogeré hasta el fin de los tiempos
Las plateadas manzanas de la luna,
Las doradas manzanas del sol.

20 abril 2012

BRILLOS DE ILUSIÓN, STELLA



Esta es la historia de Stella, la hija de unos queridos amigos, contada por su madre, Montse.
Una historia de superación.
Más información sobre almas especiales, aquí.

Demasiado pronto, pero con toda la fuerza de los que quieren vivir a toda costa. Nació excesivamente prematura y a los pocos días una hemorragia cerebral complicó su delicada situación. Despacio, poco a poco, como las cosas importantes. Su evolución es lenta, pero a pesar de sus limitaciones va avanzando. Ha pasado el tiempo y ha ido aprendiendo a sentarse sin apoyos, a gatear, a sonreír, a expresar sentimientos, a comunicarse con su entorno y a hablar. Ahora su desafío es andar y ella disfruta con lo que consigue.

Si la comparas con otros hay mucho camino por recorrer, pero no queremos compararla. Su sonrisa no tiene igual, su alegría es única. Cada gesto, cada conducta lleva por detrás una historia de mucho trabajo, del trabajo de mucha gente, de gente maravillosa que se ha ido incorporando a su vida y a la nuestra. Su historia es la historia de otros como ella. Es la historia de la lucha, del afán de superación, es la historia de una luchadora, el adjetivo que mejor la define. Comparte juegos con su hermano, comparte su camino por este mundo con nosotros, sus padres. Comparte sus avances con los que la conocen, se esfuerza con los profesionales que la ayudan en su desarrollo. Tiene límites visuales, motores, de su desarrollo general, pero no sabemos cuál es su techo, así que todos los que la conocemos seguimos ayudándola a avanzar, en el cole está feliz, en casa disfruta jugando.

Brilla con luz propia, con luz de pequeña estrella, lucha con gran intensidad en el firmamento de lo cotidiano, que es nuestro día a día a su lado. De proyecto de hija a milagro de hija. De hija única a hermana mayor. Con su hermano comparte cuentos, baños, juguetes y juegos; aprende e imita. Cada grano de arena de su vida es un regalo a disfrutar y es un regalo a compartir con todos.

19 abril 2012

THE WATERBOYS UNA NOCHE DE FÚTBOL

Una guitarra y un violín atacan “Fisherman’s Blues”, la mejor canción de folk/rock de la historia. Mike Scott y sus colegas llevan dos horas de concierto frenético y poético (la mezcla es posible), decididamente tabernario (podía haber sido un pub de Edimburgo; en realidad era un garito madrileño sin humos, pero con cerveza y gin-tonics). Mike agradece el esfuerzo del público (“Hoy había partido de fútbol...”). De pronto me acuerdo, coño, un Bayern de Múnich-Real Madrid. Al 99,9 del respetable ese frente le importa un huevo, incluyéndome a mí, saturado como estoy del monotema que anega mi vida laboral. La velada me causa cierto estupor. Primero, que The Waterboys dé un concierto para 500 personas en el Teatro Kapital, cuando en otros tiempos hubieran llenado un recinto mucho mayor. Segundo, que sea uno de los mejores recitales que he visto en mi vida. Tercero, que haya ido acompañado de mí mismo y mis circunstancias. Después de pensarlo fría y detenidamente, la verdad es que hay una explicación para todo.

Cuando a mediados de la década de 1980 triunfaron con “This is the Sea”, el álbum que incluye su mayor éxito, “The Whole of the Moon”, el escocés Mike Scott y sus muchachos podrían haber seguido el camino de otros grandes de su quinta, como U2, pero en vez de explorar la veta más comercial decidieron dar un giro que selló el destino de la banda, publicando dos discos claramente volcados en el folk, “Fisherman’s Blues” y “Room to Roam”. El fichaje del irlandés Steve Wickham, a quien Mike describe como “el más grande violinista rock del mundo”, influyó en aquella decisión. Guitarra, violín y William Butler Yeats como fuente de inspiración. Temas dedicados a Pan, el semidiós pastoril que perseguía a las ninfas. Ese maravilloso “The Stolen Child”, con letra de Mr. Yeats (“Márchate, oh niño humano, a las aguas y lo salvaje, con un hada de la mano, porque hay en el mundo más llanto del que puedes entender”). Una gozada para el espíritu. Un mal negocio para llenar estadios. Por eso, casi treinta años después de “This is the sea”, The Waterboys toca en salas pequeñas ante un auditorio que prefiere esa propuesta a unas semifinales de Champions.

Mike Scott, que acaba de poner música a un puñado de letras del autor de “Los cisnes salvajes de Coole”, no sigue en este negocio por la pasta (como dependa de la recaudación de salas como Kapital, un teatro disfrazado de discoteca, o viceversa, lo lleva claro), sino por amor al arte. Por eso lo da todo en el escenario junto a Steve Wickham, único socio que le queda de la vieja banda, y otros músicos solventes, con esa voz suya tan peculiar, arrastrando las erres como buen escocés, sacándole el alma a su guitarra, desgreñado y con un punto lunático. Cuando interpretó “Glastonbury Song” me trasladó de golpe al verano de 1993, aquel primer viaje a Escocia acompañado de mi novia y unos amigos; nos compramos el CD en una tienda de discos de Princes Street, en Edimburgo, y la canción nos acompañó durante todo el trayecto. “Glastonbury Song” me suena a Highlands, castillos en ruinas asomados al mar, vacas melenudas, círculos de piedra, bed & breakfast regentados por abuelas y persecuciones de whisky y cerveza.

Lo cierto es que me hubiera gustado compartir la experiencia del 17 de abril de 2012 en la sala Kapital; encajo mal que mi gente se desprenda de parte de su equipaje sentimental con una facilidad pasmosa. Yo no puedo. Sin duda defecto de fábrica. Aunque tal vez esté equivocado y algunos recuerdos de los años 80 y, sobre todo, del verano de 1993 sean solo un sueño.

15 abril 2012

HOMENAJE A LOS ELEFANTES MUERTOS

Me han llegado noticias de que gente con dinero los caza en el Delta del Okavango, en Botsuana. Esta foto no la hice en aquel lugar, donde espero ir algún día, sino en el Parque Nacional de Tarangire, en Tanzania. Valga como homenaje a los elefantes muertos por la estupidez humana.

02 abril 2012

LA LEYENDA DEL SANTO PECADOR

Aprendiz de todo y maestro de nada, como le gustaba definirse, Juan Gómez Juanito rompió moldes en el Real Madrid, club en el que la calidad futbolística debía ir grapada a un comportamiento intachable. Así lo mandaba el gran patrón. Es posible que Santiago Bernabéu sopesara las dos almas del jugador malagueño, la caballerosa y la arrabalera, antes de pagar al Burgos los 27 millones de pesetas de su fichaje (poco más de 162.000 euros) a mediados de la década de 1970. Sin duda acabó por convencerle su compromiso inquebrantable con el proyecto.

Nacido en Fuengirola en 1954, se formó en un club de su tierra, el CD Los Boliches, hasta que en 1969 lo fichó el Atlético de Madrid. Fue subiendo peldaños en las categorías inferiores y debutó con el primer equipo en la temporada 1972-73 en un partido amistoso contra el Benfica, donde se lesionó de gravedad. Fin de su trayectoria como rojiblanco. Recaló en el Burgos, con el que logró el ascenso a Primera en 1976. El modesto club castellano se subió a las barbas de algunos grandes, mantuvo la categoría y Juanito no desaprovechó el escaparate. Ganó el premio al mejor jugador del año otorgado por la revista Don Balón. El Barcelona y el Atlético lo tentaron, pero finalmente don Santiago se llevó el gato al agua.

El Madrid siempre se ha surtido del aluvión, como la propia ciudad que nunca pregunta filiaciones, pero ha presumido de denominación de origen: un sentido del deber refractario a la rendición. Juanito encajaba en el tópico. Por eso, tras perder su equipo 2-0 con el Inter de Milán en el partido de ida de las semifinales de la Copa de la UEFA, se acercó a Graziano Bini, defensa rival, y le espetó en un italiano macarrónico: «Noventa minuti en el Bernabéu son molto longo» (realmente lo fueron: en el partido de vuelta los blancos ganaron por 3-0). Por eso aún se le recuerda en Chamartín veinte años después de su muerte en accidente de tráfico. El minuto 7 de cada partido está reservado a «illa, illa, illa, Juanito maravilla».

De los 70 a los 80
Pero es que, además, era un extremo rápido, eléctrico, un correcaminos de la banda muy del gusto del respetable, y combinó bien con las plantillas de las que formó parte en su década de servicios prestados: el Madrid de los Pirri, Camacho, Benito, San José, Del Bosque, Stielike y Santillana, y el de la Quinta del Buitre. Ganó 5 Ligas, 2 Copas y 2 Copas de la UEFA, y se quedó a las puertas del premio gordo en 1981, cuando su equipo perdió la final de la Copa de Europa ante el Liverpool.

Durante esos años surtió de balones a la cabeza privilegiada de Santillana, otro viajero intergeneracional, socio pero no alma gemela. Santillana era el novio que todas las madres quisieran para sus hijas. Guapo y formal. Marcaba goles y no fanfarroneaba. Juanito era un truhán simpático y provocador. Toreaba vaquillas y luego mostraba el vídeo a sus compañeros; se corría juergas nocturnas y escupía a la cara a excompañeros (Stielike, cuando jugaba en el Neuchatel suizo).

A veces la tomaban con él, claro. En el partido que la selección española disputó en Belgrado frente a Yugoslavia el 30 de noviembre de 1977, clasificatorio para el Mundial de Argentina, hicieron blanco en su cabeza con una botella. Un par de segundos antes, al ser sustituido, había provocado a la grada, llena de soldados vociferantes del régimen de Tito, haciendo gestos ostensibles con el pulgar hacia abajo. España ganaba 0-1, gol de Rubén Cano con la espinilla, resultado que finalmente selló nuestro pasaporte a la fase final. «Expresé lo que sentía. Obré mal. Afortunadamente, el botellazo me lo llevé yo, y en paz». A Juanito se le iba la pinza, pero después pedía perdón sin los circunloquios tan de moda hoy en día.

Así lo hizo después de su gran borrón, el pisotón a Matthäus que le expulsó de las competiciones europeas para siempre y acabó con su carrera en el Madrid. Ocurrió el 8 de abril de 1987, en la ida de las semifinales de la Copa de Europa. El Bayern de Múnich goleaba a los blancos 4-1 y apareció «el pronto de dos segundos que me pierde. Fue un comportamiento irracional». Y la gota que colmó el vaso.

Jugó en el Málaga antes de colgar las botas en Los Boliches, cerrando el círculo. Siendo entrenador del Mérida viajó a la capital para asistir a un Real Madrid-Torino de la Copa de la UEFA; el partido suponía el regreso al Bernabéu de su gran amigo Martín Vázquez, que militaba en el equipo italiano. Al volver a Mérida, Juanito sufrió un accidente de tráfico mortal en Calzada de Oropesa, Toledo. Era el 2 de abril de 1992. Tenía 37 años.