12 agosto 2005

EL MESÍAS

Supongo que es fácil predicar con la billetera llena, pero lo es más hacer caja y no decir esta boca es mía. A lo mejor el tipo persigue de verdad el Nobel de la Paz y colmar hasta los topes el vaso de su ego. O es un iluso sin remedio (cosa que dudo). El caso es que el mesías volvió a soltar ayer su carismático sermón ante 50.000 personas en el estadio Vicente Calderón. A ser buenos, chicos, a solidarizarse con los pobres. Las religiones coexisten. De paso, cantó un puñado de grandes canciones que forman parte de la banda sonora de mi vida. Yo fui a verlo justo por esto, no por lo otro, después de mendigar una entrada entre todos mis contactos, y los padres, hermanos y primos de mis contactos, ya que conseguir un pase para estos conciertos se ha convertido en algo más difícil que hollar el Everest y el K-2 la misma temporada, sin oxígeno y en plena ventisca. Antes llegabas, hacías una cola más o menos razonable en tu tienda de discos y conseguías el boleto o los boletos (me encantaba cómo los recortaban del taco, su tacto y su diseño más artesanal; ahora los imprimen desde un ordenador y tienen un aspecto patético). Hoy te consumes marcando durante horas un 902 o buscando un hueco imposible en el atascado ciberespacio, o sufriendo una cola infernal en el único establecimiento de la ciudad (pongamos que hablo de Madrid) donde se ponen a la venta. Pero esto es otra historia. Estábamos hablando de Bono y de su banda, U2. Ayer acudí a mi cuarta cita con ellos. 1987, 1993, 1997 y 2005. Y sí, volví a emocionarme; no tanto como en aquel mítico concierto del 87, en el Bernabéu, cuando hubo más música y menos sermón, pero "With or without you", "Sunday bloody Sunday", "In the name of love", "New Year's Day", entre otros temas, volvieron a tocarme la fibra. Me sobró tanto discursito bienintencionado -tío, pertenezco a dos ONG, soy bueno con mi prójimo y me cuesta un pastón tu recital (y mi sueldo no es el tuyo)- y me faltó la gente con la que compartí esos otros conciertos, que se quedó sin entradas. Les llamé al móvil para que escucharan, al menos, un pedacito de esa banda sonora de nuestras vidas.

07 agosto 2005

EL 7

Me gusta el 7. Hoy es 7 de agosto, un buen día para empezar algunas cosas y para dejar otras. Lo que no me gusta es llevar 7 días seguidos trabajando a un ritmo que hace que me olvide que soy algo más que un periodista encabronado con su profesión. Ésa es una de las cosas que me encantaría dejar hoy mismo. Le diría a mis jefes (tengo muchos): "Eh, capullos, que la vida pasa, así que me largo antes de que la mía se consuma en el cenicero que se ha convertido este periódico para mí". Me largo, sí, a la patria de mi infancia, donde los sueños brillaban inmaculados: imaginar, viajar, escribir... y seguir soñando.
Acaba de despedirse una compañera comedora de marrones como yo: "Hasta la semana que viene", ha dicho. Y la semana que viene es mañana, lunes, suma y sigue, 8 de agosto, 8 días seguidos trabajando, más ceniza... Y, para colmo, el 8 no me gusta.
Ah, lo que he empezado es Pueblo de Ballenas. Algo es algo.