27 mayo 2010

SI HAY VIDA DESPUÉS DE LA MUERTE...

...SE PARECERÁ A ESTO.

UN FINAL ENLOQUECEDOR

Niño loco alemán viendo el último capítulo de "Lost". Ojo, contiene spoilers.

26 mayo 2010

EL VIAJE Y LA LUZ DE "PERDIDOS"

Cuando en la pantalla aparecieron, junto a los créditos, los restos del fuselaje del vuelo 815 de Oceanic sentí una mezcla de extrañeza y melancolía. No tenía muy claro si había entendido el final (el madrugón y los fallos en la emisión de los capítulos no favorecieron la concentración, aunque valoro el esfuerzo de Cuatro), pero sí la certeza de que el telón acababa de bajarse después de un viaje extraordinario de seis años. Con altibajos en la historia, con maltrato en la programación, pero muy especial. Luego, con el paso de las horas, con la lectura de las primeras teorías en la web y el intercambio de impresiones con algunos colegas igual de enganchados que yo, comprendí que Jesús Lillo tenía razón en el título de su peculiar diatriba de hace unos días en ABC: “Perdidos” no acaba el lunes. Generará más y más debate en la red y en tertulias de café, los críticos continuarán ganándose la soldada escribiendo más discursitos cool contra los pobres frikis y la serie será recordada durante mucho tiempo como un prodigio de entretenimiento y emoción.
Porque de eso se trata. De entretener y emocionar. Más allá de la filosofía, la espiritualidad y la física cuántica. Igual es pecado y me tengo que autoflagelar por haber buscado ese alivio televisivo durante los años de la hégira ZP (la serie se estrenó en 2004). O por ser fan de Tolkien y coleccionar muñequitos. Hijo del baby-boom de los 60, me he dejado seducir por los cómics de Marvel, las maquinitas (y su evolución, las consolas), la ciencia ficción y la fantasía épica. Y, para colmo, por “Lost”. En fin, nadie es perfecto.
Para lograr su objetivo, los guionistas exploraron nuevas técnicas narrativas que dieron lugar a piezas maestras como “La constante” (quinto episodio de la cuarta temporada); también crearon unos personajes inolvidables que ya son como de la familia. Así que su reencuentro en el último capítulo fue emocionante. “Este es el lugar que levantásteis entre todos para poder encontraros, porque la parte más importante de tu vida fue la que viviste con estas personas”, le dice Christian a su hijo Jack. “Por eso estáis aquí. Nadie muere solo, Jack. Les necesitabas a todos y ellos te necesitaban a ti”.
-¿Para qué?
-Para recordar... y dejar atrás.
Lo siento por los despechados, pero el final de “Perdidos”, con cada personaje al lado de su “constante”, fue fiel al prestigio del producto.
Lo importante es el viaje y no tanto la luz. Menuda matraca con los misterios sin resolver. ¿Alguien pensaba que J. J. Abrams, Damon Lindelof y Carlton Cuse iban a salir airosos de todos los charcos donde se habían metido? Renuncio a saber qué pintaban los osos polares en la isla. Puedo vivir con ello. Cada respuesta a una pregunta lleva a una nueva pregunta y, no sé vosotros, pero yo tengo fecha de caducidad. Mi primera conclusión, a bote pronto, fue que los tipos murieron en el accidente aéreo y que la isla es una especie de purgatorio (algo que los creadores de la serie negaron siempre) al que fueron conducidos por Jacob porque la vida de todos ellos era solitaria y miserable; pero hay gente más estudiosa que yo que plantea que lo ocurrido en ese misterioso escenario fue auténtico, y que la realidad alternativa (flash-sideways) o línea X es un limbo, el punto de reunión de los perdidos después de su largo proceso de redención. Es plausible. Si alguien desea abundar sobre esta teoría, que lea este curradísimo blog. Yo seguiré picoteando en internet de vez en cuando y comentando las jugadas con mi gente. Revisitaré a Jack, Kate, Sawyer, Locke, Desmond, Hugo y los demás cuando me apetezca. Y recordaré el viaje siempre aunque me falte la iluminación de las respuestas.

Versión extendida y mejorada, en FronteraD.

Otra lectura interesante, aquí.

23 mayo 2010

20 mayo 2010

EL GRAN PATRIMONIO DEL ATLETI

Nunca había visto al público (a cualquier público del mundo) aplaudir durante media hora después de una representación imperfecta. El gran tesoro del Atleti no son sus títulos, ni su historia, que son grandes, más que los del Sevilla, por mucho que se empeñe en lo contrario el impresentable de Del Nido, que no sabe ganar ni perder. Es su gente. Como esta chica a la que vi en la tele durante la final de la Europa League y que he encontrado en esta foto una semana después. A pesar de la derrota en la Copa del Rey, si me topara con ella no le diría "no llores", porque no todas las lágrimas son amargas.

LOST: DIEZ PERSONAJES QUE DEJARÁN HUELLA

“Perdidos” es muchas cosas, y entre ellas es una serie coral con decenas de personajes de vidas cruzadas en el tiempo y en el espacio... y también en una realidad alternativa. Para los fans, algunos de ellos son como de la familia, y desde que supimos que la temporada sexta sería la última ya empezamos a echarlos de menos. Hemos elegido unos tipos que se han ganado la fama a lo largo de 121 capítulos y otros que han cobrado relevancia en el tramo final.

John Locke (Terry O'Quinn). El filósofo empírico y el superviviente paralítico del vuelo Oceanic 815 tienen en común algo más que el nombre. Creen que “todo ocurre por una razón”. A nuestro Locke la isla lo liberó de la silla de ruedas y le dio una segunda oportunidad. Fue a su bola en plan Rambo ilustrado hasta que descubrió que la verdadera amenaza -al menos para él- no eran los osos polares, los fantasmas o el humo negro, sino el afán de los demás “losties” por largarse de allí. Así que creó su propio lobby para enfrentarse al doctor Shepard, líder de facto por su carácter emprendedor. Su muerte y la posesión de su apariencia por parte del Hombre de Negro es uno de los grandes hallazgos de la sexta temporada: auténtico “tour de force” para Terry O'Quinn, supuesta encarnación del mal en la isla y tullido con remordimientos en la realidad alternativa.

Jack Shepard (Matthew Fox). El doctor que debía morir en el primer episodio (Kate cogería el relevo como líder) y que se salvó por la presión de los ejecutivos de la ABC es mucho más que uno de los guapos oficiales de la serie. Fue el primer personaje en tener flashback, flashforward y flash-sideways, esa línea de tiempo usada como técnica narrativa en la última temporada. Con esto está dicho casi todo. Inasequible al desaliento (se toma bastante mal las derrotas que le regala la vida), ha sido el pegamento que ha mantenido más o menos unido al grupo (“Si no podemos vivir juntos vamos a morir solos” ha sido su mantra). Su enfrentamiento con Locke está llegando a su clímax... aunque, a estas alturas, todos sabemos que Locke ya no es Locke. ¿Es Jack el nuevo Jacob?

Kate Austen (Evangeline Lilly). Antes de que Lisbeth Salander entrara en el imaginario popular como la feminista justiciera por antonomasia ya existía Kate, la pecosa, la fiera de mi niña versión “Lost”, la novia de los fans masculinos, que liquidó a su padre alcohólico y maltratador y se convirtió en fugitiva. Kate, de hecho, no ha dejado de huir desde el principio de los tiempos. El triángulo (que no trío) amoroso con Jack y Sawyer es de lo más comentado. Aunque ha dado sobradas muestras de saber cuidar de sí misma su futuro de cara al desenlace final es incierto, ya que no está en la lista de candidatos de Jacob por ser “imperfecta”. O eso le dijeron. Claro que uno no sabe si esto es una ventaja o un inconveniente.

James “Sawyer” Ford (Josh Holloway). Su llegada a la playa con el torso desnudo al final de la cuarta temporada (repetía escena en un anuncio de colonia) no ha podido ser olvidada por el género femenino. El estafador rebelde y pendenciero cuya única causa, al principio, era él mismo, ha evolucionado: capaz de sacrificarse por Kate, eligió quedarse en la isla, saltó en el tiempo y quedó atrapado en el pasado, donde halló cierto equilibrio al lado de Juliet. Tras la muerte de ésta el chico malo ha vuelto y ya ha cruzado los puños con el chico bueno oficial, Jack. Pero todos sabemos que a pesar de poner mote a todo el mundo Sawyer posee un gran corazón.

Hugo “Hurley” Reyes (Jorge García). Parece increíble que este entrañable zampabollos no haya perdido ni un gramo de peso desde que llegó a la isla, a pesar de tantas penurias y persecuciones. Vale que las despensas de la Iniciativa Dharma están bien surtidas, pero en la sexta temporada no le hemos visto meterse un atracón de los suyos y ahí sigue con sus lorzas intactas. Sufre diversos desórdenes (no sólo alimenticios), pero aporta sensatez y buen rollo a sus compañeros. Lástima que no aproveche sus contactos con los muertos para preguntarles de dónde venimos y adónde vamos. Es lo que haríamos los seres humanos normales.

Benjamin Linus (Michael Emerson). Uno de los grandes villanos de la historia de la televisión, manipulador de manual, y el tipo al que le han partido la cara más veces. Las cuatro estaciones en un día, capaz de transmitir amor, odio, miedo y compasión en un capítulo sin que le suba el pulso de sesenta. El líder de los Otros parecía tener todo atado y bien atado, pero después de asesinar a Jacob a instancias del Hombre de Negro transmutado en John Locke el asunto se le ha ido de las manos. Su personaje está cargado de referencias bíblicas que los frikis conocen de sobra. Se cansó de ser el chico de los recados del guardián de la isla y ahora su papel es residual. Pero no nos resignamos a que el inefable Ben no tenga un último as guardado en la manga.

Desmond Hume (Henry Ian Cusick). Nos lo presentaron como un personaje desquiciado que debía introducir los números 4, 8, 15, 16, 23 y 42 en el ordenador de la estación Cisne de la Iniciativa Dharma cada 108 minutos (4+8+15+16+25+42=108). Ha protagonizado algunos de los capítulos más emotivos de la serie, como el impagable “The Constant”, en la cuarta temporada, con su conciencia viajando en el tiempo y salvándose de la locura gracias al amor. Aparece y desaparece de escena a menudo, pero está lejos de ser comparsa, y dará juego hasta el final. En su primer encuentro, Desmond se despidió de Jack diciendo: “Nos vemos en otra vida, ¿no?”. Quizás esa frase anticipara lo que sucede ahora: en la realidad alternativa Desmond es consciente de que conoció “en otra vida” a las personas con las que viajó en el vuelo de Oceanic; incluso parece que recuerda las circunstancias. Desasosegante.

Jacob (Mark Pellegrino). El patrón y protector de la isla, gurú de los Otros y reclutador de los supervivientes del accidente aéreo dejó de ser una presencia espiritual para tomar cuerpo al final de la quinta temporada. Muchos de los enigmas de la serie giran en torno a este misterioso personaje y su némesis, el Hombre de Negro. La Biblia también se ha usado como fuente para explicar la vida y obras de ambos. El eterno enfrentamiento entre el Bien y el Mal parece, a estas alturas, un recurso demasiado banal, aunque algo de esto hay.

El Hombre de Negro (Titus Welliver y otros). Se podría escribir un tratado sobre el Anti-Jacob, el Humo Negro, el Monstruo que viene torturando a los “losties” desde que pasaron su primera noche en la playa tras el siniestro. En el capítulo “Across the sea” emitido en Estados Unidos el 11 de mayo (y que Cuatro despachará el próximo domingo por la tarde, antes de la traca final) se ofrecen algunas claves sobre el origen de Jacob y su hermano (atención, espoilers, que diría el clásico): nacieron en la isla en el siglo I y su madre biológica, una náufraga, fue asesinada por su madrastra, factótum del lugar. Nunca tuvo nombre porque la desdichada mujer no contaba con parir mellizos. El caso es que el Hombre de Negro, que ha tomado la forma de John Locke, desea escapar de la isla a toda costa y cree que el mal es inherente en el ser humano (“Vienen. Pelean. Destruyen. Corrompen. Siempre termina igual”). La misión de Jacob y sus sucesores es impedirle la huida para que la oscuridad no se expanda por el mundo.

Charles Widmore (Alan Dale). En “Perdidos” la apariencias engañan, aunque fiémonos del comentario de unos de los guionistas, Damon Lindelof: “Widmore es el gran villano de la serie”. Rico empresario, ex miembro de los Otros, enemigo confeso de Ben Linus y obsesionado con regresar a la isla -él sabrá por qué-, es una de las piezas clave del tablero en la batalla final que se avecina, en la que unos se quieren ir; otros, quedarse, y millones de fans desean que el desenlace sea fiel al prestigio de la serie. Lo cual no va a ser sencillo.



(Artículo original en abc.es)

16 mayo 2010

FRENESÍ FINAL PARA LOS "LOSTIES"

La cuenta atrás de «Perdidos», una de las series de culto de la historia de la televisión, comienza hoy y concluirá en la amanecida del 24 de mayo, cuando se emitan los dos últimos capítulos de forma simultánea con Estados Unidos. Frenesí final para los «losties» (denominación aplicable tanto a los perdidos en la isla misteriosa como a los serieadictos que llevan años enganchados a las vidas cruzadas de aquéllos), que recibirán por fin las respuestas a tantos interrogantes. O no.
Porque... ¿están los creadores de «Lost» —J.J. Abrams, Damon Lindelof y Carlton Cuse— en disposición de disipar la espesa niebla de dudas que martiriza a sus fans? Los foros echan humo, por ejemplo el de lostzilla.net, a cuenta de los principales enigmas por resolver: la relación entre los dos personajes antagonistas —Jacob y el anti Jacob— que manejan los hilos de los demás y, por supuesto, qué diablos es la isla, por qué atrae candidatos y cuál es su misión una vez que acaban allí. Los guionistas han desmentido que los «losties» estén en una especie de purgatorio tras palmar en el accidente aéreo, o que sus desventuras sean fruto de la imaginación de alguno de los protagonistas, pero no han revelado en qué isla tendrán que perderse ellos si la historia acaba en un despropósito similar al de «Twin Peaks», otra serie de culto que, por cierto, acaba de cumplir veinte años.
Cuatro emitirá hoy el capítulo 14 de la sexta temporada. El domingo próximo, el 15. El plan es que el lunes 24, de madrugada, despache el 16 (en versión original y con subtítulos en castellano) y, a continuación, la traca final, los capítulos 17 y 18, estos en v.o. sin subtítulos, ya que Disney, la distribuidora de la serie de la cadena ABC, no es partidaria de adelantar el material para trabajar en la traducción. Llegados a este punto, la cautela es máxima. Quizás en ocho días los otros «losties», los fans, descubran que han vivido una realidad virtual.

14 mayo 2010

CUÁNTA GENTE NOS QUIERE

Ha salido en la prensa: el Atleti es campeón de la Europa League. He recortado portadas y crónicas para enseñárselas a mis nietos. Tengo el partido grabado. El niño del anuncio ya tiene la respuesta: no en esa fastidiosa mística perdedora que le transmite su padre, sino en los goles de Forlán. Los críos que soñaban más fuerte han despertado en Neptuno. Es real. El Atleti ha ganado un título después de 14 años (si hablamos de torneos europeos es el primero en casi medio siglo), y en mi móvil, en el blog que comparto con unos amigos y en los comentarios de las webs de Marca y As hay un aluvión de felicitaciones de madridistas, culés y aficionados de otros equipos españoles. "Enhorabuena. Os lo merecéis". Unos primos de Barcelona me envían un sms: "Madrid es hoy rojiblanco". Algunos de mis colegas merengones están casi tan emocionados como yo; incluso algunos deslizan la idea de que el Atleti es "su segundo equipo". Yo agradezco sinceramente estas incontables muestras de cariño...
...pero mosquean un poco.
Bueno, en realidad mosquean bastante.
Porque... ¿tanta gente nos quiere?
Teoría: el perdedor es novia por un día. Mola. No molesta. Una excepción simpática. Venga, va, con lo que habéis sufrido... Además, está a años luz de la nobleza. No es una amenaza. Pasarán otros 14 años, otros 48... o cien hasta que vuelva a celebrar un triunfo así.
Me pregunto qué ocurriría con un Atleti realmente en la pomada, empatado a títulos con el Barça y siendo un grano en el culo del Real Madrid, como de hecho era hasta que llegó la década de 1980. Seguramente nos querrían menos. Pero los atléticos disfrutaríamos más cruzándonos cada año con la Cibeles. Aparcaríamos la dichosa mística.

P. D. Me dice Rodolfo, un amigo argentino (y por tanto futbolero) que sus vecinos madridistas gritaron enloquecidos cuando el gol del Fulham. Eso es otra cosa, joder. Con esta información me da la oportunidad de imaginar sus caretos cuando el uruguayo anotó el gol de la victoria y mostró sus tabletas bajo el cielo de Hamburgo.

11 mayo 2010

VAMOS A SOÑAR MÁS FUERTE

FULHAM, UN HISTÓRICO SIN TROFEOS

La fachada de ladrillo con puertas estrechísimas y las vetustas gradas de Craven Cottage nos retrotraen a la época victoriana, cuando los inventores del fútbol fundaron clubes en las barriadas de Londres alrededor de unas pintas en sus pubs favoritos.

La estación de Putney Bridge llega a un Londres alejado de los tópicos que persiguen los turistas. Aquí está el Támesis, pero no es el Támesis que pasa junto a las Casas del Parlamento, sino un río más prosaico con barcazas que transportan áridos y otros materiales. Hay un puente, pero no es el monumental Tower Bridge, sino el Putney, que conduce a las afueras de la capital. También hay un parque, pero no es Hyde Park, sino Bishop's Park, y existe un monumento en memoria de los milicianos ingleses que participaron en la guerra civil española; a través de sus senderos donde señoras sonrosadas pasean perritos falderos y chicas de traseros gordos hacen footing se llega a Craven Cottage, el estadio del equipo profesional de fútbol más antiguo de Londres, el modesto Fulham.

El Fulham St. Andrew's Church Sunday School F. C. fue fundado por devotos de la Iglesia de Inglaterra en 1879, sólo dieciséis años después de la mítica reunión en la Freemason's Tavern, en el centro de Londres, donde representantes de diversas escuelas de fútbol establecieron las reglas del «deporte rey». En 1888 se cambió el nombre del club por el actual. Craven Cottage, con su fachada de ladrillo, sus estrechas puertas y su vetusto graderío nos retrotrae a los tiempos de la revolución industrial, cuando el fútbol era más deporte que negocio multimillonario. Esta instalación con capacidad para 25.700 espectadores, enclavada en un barrio residencial de casitas bajas, tiene poco que ver con las sedes del Chelsea y el Arsenal, y la tienda oficial del finalista de la Europa League es más pequeña que las megastores de las dos superpotencias londinenses. Apartado de la ruta futbolera que siguen aficionados de medio mundo para comprar camisetas y demás mercadotecnia, el territorio Fulham tiene un sabor más añejo y sentimental.

Su palmarés se resume en una Copa Intertoto ganada al Bolonia en 2002. En 1975 llegó a la final de la FA Cup —la Copa de Inglaterra—, pero fue derrotado por el West Ham United. El orgullo de The Whites, en cambio, no se discute por estos pagos, a pesar de las vitrinas vacías de títulos y de las sucesivas visitas a las categorías inferiores. Han pasado 24 temporadas en la división de honor, la mayoría en las décadas de 1960 y de 2000. En los escaparates de las librerías de viejo del distrito de Hammersmith y Fulham se ven volúmenes que cuentan la historia de la entidad y pósters de Johnny Haynes, el ídolo de siempre, que defendió los colores del club de 1952 a 1970 y fue capitán de la selección inglesa. Apodado «el Maestro», su escultura preside la entrada principal al estadio y una de las gradas lleva su nombre.

Otro clásico, George Cohen, ganó el Mundial de 1966 con aquel equipo donde jugaba Bobby Charlton y que se enfrentó en la final a la Alemania de Franz Beckenbauer. Aquí consideran un hecho probado que «Inglaterra nunca ha ganado la Copa del Mundo sin la contribución de un futbolista del Fulham». Mohamed Al Fayed rescató al club en 1997 tras una época de oscuridad. En 2001 se instaló en la élite de la Premier. Hace dos campañas se salvó por los pelos del descenso: los supporters llamaron aquel milagro «The great escape». Ahora este histórico busca hacer historia a costa del Atleti.

Fotos: Jordi Romeu