28 septiembre 2005

FERNANDO ALONSO

Mi ídolo de siempre en las carreras fue Senna, y tras su muerte me cogí tal disgusto que medio abandoné la F1. Me encantaban su carisma y su agresividad, y me jodía que un tipo como Prost, con la calculadora siempre en la mano y mejor vehículo, le ganase al principio, pero cuando tuvo una buena herramienta el brasileño puso las cosas en su sitio. Hasta que se estrelló. En los últimos años, la competición se había convertido casi en un paseo funcionarial por parte de Schumacher, y qué quieren que les diga, a mí estos largos reinados me molan cuando el del cetro es uno de los nuestros, como Induráin. Tipos como Armstrong o "Schumi" llegan a resultar pesados. En esto llegó Alonso y me reenganchó al circo. Pero ni siquiera con un campeón del mundo de Fórmula 1 los españoles nos ponemos de acuerdo. En los últimos días he tenido discusiones con gente que cuestiona su calidad: que si no arriesga nada, que es como Prost, que Raikkonen es mejor, que si va a ser flor de un día, que es injusto que le hayan dado el Premio Príncipe de Asturias... No soy un experto, sólo un aficionado, pero así veo las cosas: no creo que el piloto que arrasó en Malasia o en Bahrein, que persiguió como un perro de presa a Kimi en Nurburgring o que resistió el envite final de los "aviones que vuelan bajo" (por los McLaren) sea un "okupa" en el interregno entre un gran campeón y otro. Alonso es un virtuoso de mi fórmula preferida para la vida: magia con precisión. Cuando el pasado domingo, después del GP de Brasil, le oí gritar por televisión "¡Toma!, ¡toma! y ¡toma!" me acordé de aquellos que practican el deporte en el que no tenemos rival conocido en el sistema solar: la envidia.

21 septiembre 2005

VAMOS A MENOS

"La cultura ha sido sustituida por su simulacro mediático y nadie o muy pocos elevan la voz contra ese estado de cosas". "Una buena promoción suple con creces la baratija impresa y atenúa el hedor de lo manido y rancio con un buen empaquetado de regalo de Nina Ricci o Dior". Lo escribió Juan Goytisolo (El País, 10-1-2001) al hilo de la decisión del jurado del Premio Cervantes de hace cinco años, un despropósito que "se inscribe en un cuadro genérico de premios, recompensas, medallas, galardones, ditirambos y propaganda desaforada destinados a transformar en obras de arte unos partos de mediocridad escasamente áurea cuando no atentados mortales a la inteligencia y el buen gusto". Es evidente que Goytisolo estaba muy cabreado, pero yo no voy a entrar a valorar si ese Cervantes fue justo o no, ni siquiera recuerdo a quién se lo dieron, porque lo que me interesó entonces, y me interesa ahora, es el fondo del asunto. Hoy lo comentaba en una comida con una compañera. "Vamos a menos", se titulaba el artículo. Y, un lustro después, vamos a muchísimo menos. En cultura, por supuesto, donde el ombliguismo, la subvención, el "yo te admiro, tú me admiras" no da para mucho más que torrentes, "guerracivilismo" y dramones fotocopiados. Pero también en política, donde el nivel es esperpéntico: me pregunto de qué podrían vivir ciertos personajes si no tuvieran ese pesebre, y me admiro de la paciencia infinita de los contribuyentes, cuyas preocupaciones están a años luz del debate de moda sobre nuestro pasado neolítico. En educación, donde las comparativas con otros países suelen dejarnos muy malparados, por muy "wapos" o "indies" que se crean nuestros jóvenes estudiantes. Y, en definitiva, en relaciones humanas y calidad de vida: estamos tan enfrascados en trepar o en no despeñarnos que muchas veces no nos acordamos de que las arenas del tiempo caen, y caen... y nadie dará la vuelta al reloj para volver a empezar.

18 septiembre 2005

LA TRAMPA

Ayer un tipo con cargo y despacho me dijo que el trabajo bien hecho, al final, obtiene mayor recompensa que las reivindicaciones sindicalistas. Le contesté que hace tiempo que me he caído del guindo. Conozco a algunas personas que llevan años apostando por la excelencia y la rentabilidad cuyo premio ha consistido, básicamente, en estar a las órdenes de una pandilla de mediocres que se aprovechan del talento ajeno. No sólo no han obtenido el merecido reconocimiento, sino que en algún momento de su carrera los imbéciles que les mandan han intentado su descarrilamiento. Ocurre cuando esos trabajadores muestran algún signo de debilidad (por ejemplo, intentar conjugar vida laboral y familiar) o cuando los de arriba deciden que "sobra gente" y pillan a algún despistado en mitad de la riada. En estas operaciones siempre hay un jefe de recursos humanos que aparece como el malo de la película; un individuo con corbata de Hermès que no tiene ni media hostia, pero que aplica a sangre fría la filosofía de Don Corleone: "No es nada personal, sólo son negocios". Pero, al menos en mi trabajo, alguien le tiene que poner el cascabel al gato, porque el tipo de recursos humanos no suele conocer a la víctima. Casi siempre es algún subdirector o director adjunto con consigna de la casa, los de la palmadita en la espalda cuando cumples como un campeón y el "a mí no me chantajees" cuando les pides que mejoren tu vida. Entre unos y otros perpetran la trampa, no porque sean más listos, sino porque tienen más tiempo: un contrato con una empresa fantasma, una notificación sobre un cambio de horario... El peligro es que el esforzado currante se lo tome por lo personal, que se rasgue las vestiduras, que se deprima, que se pregunte "por qué me pasa esto a mí": bajará la guardia y será aún más vulnerable. Sólo cuando mete la cabeza en la nevera y se pone a la altura de un auténtico hijo de puta está en disposición de presentar batalla. Espero que una amiga que está hoy en este brete sea capaz de salir airosa.

17 septiembre 2005

BLINDAR EL EBRO

Exclusiva mundial: Marcelino Iglesias, presidente de la Tribu de Aragón, tiene las escrituras de propiedad del Ebro que, según estudié hace décadas, "es un río que nace en Fontibre, muy cerca de Peña-Labra; su curso al Este dirige, regando luego a Miranda. Pasa después por Logroño y Tudela de Navarra, y al llegar a Zaragoza el Gállego se le abraza. Sigue su curso al Sureste y por Mequinenza pasa, donde el Segre, por la izquierda, le proporciona sus aguas. Llega por fin a Tortosa donde su curso se acaba, y en el mar Mediterráneo penetra por bocas varias. Del Ebro son afluentes el Egea y el Aragón, el Guadalope y el Segre, el Gállego y el Jalón". Lo que no venía en mi libro de la época de los Chiripitifláuticos es que Marcelino era el dueño del Ebro y, claro, se mira pero no se bebe, a excepción de Carod. Para dejar las cosas claras ha propuesto que ese blindaje se incluya en la reforma del estatuto aragonés, que como todo el mundo sabe es el documento por el que suspiran los maños, vamos, que lo necesitan más que el comer. Si hasta la Pilarica vive sin vivir en ella por el estatuto. Hace unos días el impagable Eduardo Martínez de Pisón me contó que en una visita al Ebro comprobó, horrorizado, la degradación de sus sotos, invadidos por desperdicios de la civilización. Me pregunto si el propietario del río está al corriente de esto, o si los tipos que se manifiestan contra el trasvase hacen algo de verdad para proteger esa arteria de vida. De niño también aprendí que éste era el río más caudaloso de España. Ojalá fuera lo suficientemente profundo para que las ballenas lo remontaran para reclamar su propiedad y, de paso, para que alguna se tragara al tal Marcelino, como le pasó a Jonás. ¿Tres días y tres noches en la barriga del cetáceo le bastarían para entrar en razón?

12 septiembre 2005

EL CIRCO DE LAS TRIBUS

Está hoy en las portadas de todos los periódicos. El tonto del talante con los 19 jefes de las tribus de ex España. Menudos ladrillazos soltamos, lo que es un milagro es que la gente siga comprando prensa. Ayer lucía una mañana espléndida en Madrid. Como los 19 jefes traían su séquito mediático y las horas pasaban lentas, a algunos de la tribu madrileña nos dio por vender patria a los periféricos: el Foro no es sólo el "circuito Gallardón", chatos, está la Plaza de Oriente con sus terracitas, o el Retiro con sus titiriteros, o el Rastro con sus bulliciosos puestos, o "El Brillante" con sus raciones de calamares. Lo que os estáis (nos estamos) perdiendo, esperando aquí como gilipollas en esta hoguera de vanidades cuya lumbre no nos alcanza, dejándonos tomar el pelo de mala manera. ¿Realmente alguien piensa que la Conferencia de las Tribus organizada por Zetapé el de la Sonrisa Boba le interesa a alguien? Pero nosotros, a lo nuestro, 600 incautos echando la mañanita del sábado en los pasillos del Senado, seis horas, seis, a plomo, y después unos minutos de carnaza para poder justificar el ridículo (¡hay compañeros que se cruzaron media ex España para escuchar al presidente de su autonomía soltar un escueto discursito, y no pudieron disfrutar de un vermú en alguna tasca!). Zetapé ni siquiera admitió preguntas en su rueda de prensa (ex España no va bien, VA COJONUDA), y se fue echando leches porque ya le estaba dando a los Reyes un plantón de dos horas. Nos quedamos con un palmo de narices. Nos está bien empleado, pensé, por participar en este circo donde los enanos ya no crecen. Están crecidos.