23 marzo 2006
MR. SPOCK, EL FISCAL, EL BOBO Y EL POSO
En el anuncio de alto el fuego de ETA me faltan dos cosas fundamentales: las armas y las disculpas. El reconocimiento de la derrota ya sería pedir demasiado. Los asesinos suspenden por ahora sus actividades, pero se guardan el derecho de apretar el gatillo de nuevo si no se cumplen sus exigencias. Y pedir perdón a las víctimas... ni hartos de txatos. La palabra prudencia fue la más usada ayer por el Gobierno, los partidos políticos y los opinantes profesionales y espontáneos, aunque hubo al menos tres reacciones lamentables: la de Mr. Spock Ibarretxe autoproclamándose “maestro de ceremonias” del proceso de paz, organizando no sé qué mesas, él, jefe de un partido que no ha hecho nada en estos largos años para acabar con ETA, aunque sí ha recogido las nueces del árbol que movían los terroristas; el del fiscal general del Estado, Cándido Conde-Pumpido, que aseguró que “habría que empezar a cambiar los criterios de los fiscales” en los procesos a etarras; y el brindis con champán del alcalde de San Sebastián, Odón Elorza, un bobo de manual, recordando a los “ausentes involuntarios”. Más allá de declaraciones, ríos de tinta y futuribles, me preocupa algo de lo que apenas se habla: el poso que quedará en el País Vasco después de que todo esto acabe, si es que acaba. Me temo que el odio, la exclusión, la desmemoria y la falta de libertad no se disolverán como un azucarillo en una taza de café aunque Euskadi sea una nación al estilo catalán y los presos vuelvan a su cubil.
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3 comentarios:
Para quienes son capaces de interpretar en clave de conspiración cualquier hecho acontecido desde el 11 de marzo de 2004, el alto de fuego declarado por ETA es una pieza central en la maquinación para acabar con la nación española y cambiar subrepticiamente de régimen. En esta trama universal, ETA habría colaborado activamente en la derrota electoral del PP para, ya con el PSOE en el Gobierno, tutelar el Estatuto de Cataluña –presumiblemente a través de Esquerra-, conseguir su reconocimiento nacional y desbrozar así el camino para la independencia de Euskadi. Zapatero, un flojo que nunca dice ‘no’ para mantenerse en el poder o una mente perversa al servicio de la desintegración del Estado –elíjase lo que más convenga-, sería el instrumento activo de esta conjura.
Así, mientras esa legión de incautos que constituimos el resto de la humanidad observamos con esperanza la posibilidad de terminar de una vez por todas con el terrorismo, los conocedores de la confabulación planetaria contra la indivisible democracia española vaticinan ya la hecatombe. Hoy más que nunca, la suerte estaría echada. (http://www.elconfidencial.com/opinion/indice.asp?id=1220)
El viernes 24 de marzo estuve en Bilbao. El viernes como otros viernes desde hace dos años, recorrí las calles de Bilbao desde mi hotel, un conocido y cosmopolita hotel situado cerca de la famosa calle Licenciado Pozas, hasta la oficina de una de nuestras empresas emplazada al otro lado de la ría justo enfrente del Guggenheim. Sin embargo, este viernes algo había cambiado. Mágicamente, aquella mañana dejé de pensar en que mi camino era siempre el mismo, dejé de inquietarme porque mis horarios no se desviaban en más de cinco minutos, mi corazón mantuvo el mismo ritmo al llegar a mi destino... El viernes a media mañana tuve la llamada de un militar amigo mío afincado en Navarra, con amplia experiencia en situaciones militares difíciles (Afganistán ha sido uno de sus últimos destinos). Me llamó exultante para decirme que ese viernes sus niñas habían ido solas al colegio ... El viernes cuando me disponía a coger el avión de vuelta a Madrid, me encontré por casualidad en la parada de taxis a una vieja conocida que no veía desde hacía años. Después de conversar unos minutos con la rapidez del que se tiene que ir pero con la ansiedad del que quiere contar muchas cosas, se despidió de mí diciéndome: hoy te puedo decir que “soy ertzaina”... El viernes, cuando llegué a casa, mi madre que tiene como costumbre llamarme prácticamente todas las noches, me contaba con orgullo cómo había ido a la Gran Vía siguiendo la calle San Bernardo pasando al lado del Ministerio de Justicia... ¿Qué es lo que había pasado en mi entorno que de la noche a la mañana había cambiado los hábitos y las actitudes de las personas?. Simplemente, una nota de un grupo de criminales, que daba paso a un hálito de esperanza. Y simplemente esa nota ocasionó una reacción en, estoy convencido, la mayoría de los españoles, de júbilo por algo de lo que estamos hartos e indignados desde sus inicios. Los españoles queremos que esto acabe. Dejémosnos de hipocresías morales y jurídicas. Aunque las comparaciones son odiosas, el que está en el mundo empresarial sabe que el llegar a acuerdos implica “ceder algo” en el camino, y, por otra parte, el “ceder algo” en este caso nos hace al mismo tiempo más bondadosos. ¿No dicen los más beatos que tenemos que perdonar a nuestros enemigos?, ¿no dicen los más tradicionalistas que tenemos que poner la otra mejilla? ... He aquí un buen momento para practicar con el ejemplo. La intransigencia no conduce a nada. Concédeme, Mike y el resto de tus lectores, aunque sé que políticamente no es correcto, ser hoy un poco Maquiavelo, porque mi yo más profundo así me lo pide. No quiero caminar más viernes con temor por Bilbao, no quiero que mi amigo militar tenga que llevar una vida sintiéndose observado, no quiero que mis amigos y conocidos me oculten su profesión, no quiero que mi madre tenga que alejarse de San Bernardo para ir a la Gran Vía, no quiero que haya más víctimas y sí que quiero, que las que ya ha habido, se conviertan en héroes ...
El poso que quedará en Euskadi y en España será agridulce, el dolor por nuestros héroes perdurará muchos años pero la alegría de un pueblo en paz y más tolerante permanecerá para siempre.
Riddleman (El del acertijo)
La paz sin libertad no vale nada, Riddleman. Me pregunto si los vascos y las vascas (como dice Mr. Spock) que se aparten del pensamiento único podrán vivir en libertad, aunque no haya más asesinatos. Comprendo perfectamente el alivio de las personas que has mencionado en tu comentario, alivio que comparto, pero no perdamos la perspectiva ni la memoria histórica. Y, sobre todo, seamos capaces de ponernos en el pellejo de los familiares y amigos de esas ochocientas y pico personas asesinadas.
Al del post anterior, el que ha dibujado con tanta precisión esa "teoría de la conspiración" en la que, por cierto, no creo, le pediría que termine de pintar el paisaje contrario, el de los "incautos" (¿Ya habéis pedido la cuenta? ¿Cuánto estáis dispuestos a pagar?). De momento, mientras me convence alguien, me quedo con una tercera opción, la de la esperanza sin garantías.
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