15 marzo 2006

EL DOLOR

Lo peor de la enfermedad, sea leve o de las que le obligan a uno a “pedir pista”, es el dolor. Cuando me llegue la hora, espero no tener que lidiar con este telonero de la muerte. Dicen que la medicina contra el dolor está bastante avanzada, al contrario que la medicina contra el miedo (me temo que la extremaunción no baste en muchos casos). En fin. Ayer visité en el hospital a un pariente que no había tenido una gotera en su vida, un tipo sano, deportista, un mal enfermo por definición. Así estaba, llevado por los demonios, sin encontrar la postura en la cama, moviéndose con la precaución que le exigía su cadera operada. Pero no le cabreaban las bromas de un hermano que había ido a verle (“¿ves como el deporte es malo?”). Le cabreaba el dolor. Las enfermeras tardaban en dar con la dosis exacta de calmante, o con la marca, quitaban una botella y ponían otra, y luego reponían la primera, y así durante el rato que yo estuve. Salí de este hospital y me fui al hospital de House, que ayer tocaba. En un capítulo, después de anunciar a una paciente que tiene un tumor de 12 kilos, el doctor añade: “Alégrese, es el récord de la clínica”. En otro, un mafioso le exige que cure a su hermano: “Entiendo que le importe -contesta House-, así que nada de placebo, esta vez le daremos medicinas”. Pensé en el gota a gota que le estaban suministrando a mi tío y no le aliviaba... y, joder, me asaltaron las dudas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Si Schopenhauer abriera los ojos, seguramente se quedaría atónito al poder contemplar como la medicina moderna ha focalizado su actuación sobre la eliminación o atenuación del dolor físico. Pero el filósofo para el que la vida es dolor, para el pensador que considera que el fin último de la vida es el sufrimiento, quizá podría respirar más tranquilo al observar que sus principios filosóficos pudieran perdurar transformando conceptualmente la idea de dolor: la mitigación del dolor físico está en relación directa con el aumento del dolor psíquico. Me pregunto sin encontrar respuesta: ¿Quién sufre más: el que se retuerce sin saber por qué o el que se enfrenta a una enfermedad terminal sin dolor (físico) sabiendo que se le acaban los días?. Las sociedades más evolucionadas están menos predispuestas a sufrir físicamente y las ideas sobre la eutanasia empiezan a tomar posiciones entre los líderes sociales de opinión. Y simultáneamente, esas mismas sociedades profundizan en la búsqueda de soluciones para sanar su nuevo mal. Eso me lleva a pensar igualmente en una concepción elitista del dolor: ¿Sufre más un ciudadano de Mauritania u otro austriaco?: El sufrimiento de uno y otro no es evidentemente cuantificable simplemente por la falta de homogeneidad de sus “dolores”: el uno sufre porque tiene hambre, el otro, sabe Dios!. Y ello, me lleva también a plantear una nueva idea: la cultura, el conocimiento, el saber, el progreso, aumentan nuestra capacidad para sufrir: o si no ¿cuál es el sentimiento que tenemos porque los ciudadanos de Mauritania pasan hambre o por los muertos habidos en un desastre natural?, y un ciudadano de Mauritania, ¿sufre acaso por los males que tenemos en Europa?. Sufrimos porque sabemos, porque la tecnología nos ha hecho acceder a la informacion. En fin, veo que me estoy convirtiendo en un defensor accidental de Schopenhauer, y me resisto, porque la vida, Mike, tiene un alto porcentaje de placer, placer que se refleja en nuestro día a día, en nuestra familia, en nuestros amigos, en la música, en el cine, y, por qué no, en poder “filosofar” de vez en cuando en libertad en un foro como el que has creado en tu blog, que, por otra parte, es fruto indiscutible del avance tecnológico


El del acertijo. Es verdad que en Pozuelo cantan los ruiseñores pero no con tanta asiduidad como quisiera