27 marzo 2006
EL OPTIMISMO Y LA PERVERSIÓN DEL LENGUAJE
Como Rajoy salga con cara de preocupación o de circunstancias tras la reunión con Zapatero supongo que el resto de los partidos y la mayoría de los medios de comunicación le ofrecerán dos salidas: crucifixión o fusilamiento. Tras el alto el fuego de ETA el optimismo (con “cautela”, se añade por corrección política) es la única fe aceptable: lo es en las tertulias -salvo en la del vocinglero Losantos-, en los reportajes de “Informe Semanal” -parece que estamos ante la primera y definitiva tregua-, en las entrevistas que publican los periódicos... Zapatero, en “El País”, ya no habla de atentados, sino de “accidentes”: “Estamos hablando de 40 años de violencia (...), y aunque mi deseo es que no haya ningún accidente, nadie puede descartarlo”. Otros dirigentes socialistas se refieren a los etarras como “ciudadanos”. La perversión del lenguaje como consecuencia de esa “fe verdadera” es peor que el optimismo, al que todo el mundo tiene derecho, lo mismo que al pesimismo. ¿Ha bastado un fin de semana para olvidar con qué tipo de alimañas nos la estamos jugando?
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3 comentarios:
Esto de la perversión del lenguaje me resulta fascinante. A mí que no se me olvida el componente salvaje de estos “nuevos ciudadanos” y que, por otra parte, me hice “príncipe” de Maquiavelo por un día –véase mi comentario en Mr. Spock, el Fiscal, el bobo y el poso-, me asombra, Mike, como durante estas últimas jornadas entre políticos y compañeros tuyos de profesión, se han repetido hasta la saciedad dos conceptos que mi diccionario enciclopédico no recoge -con toda certeza porque seguro que no es el lugar adecuado para encontrarlos -. El primero es aquello de no pagar precio político. ¿En qué consiste ese precio político?, ¿cuál es el umbral que delimita el pagar precio político y el no pagarlo?, ¿qué gestos y qué gestos no, incurren en el devengo?... El segundo es la Cruzada a favor de las víctimas, nuestra conducta debe ser guiada honrando a las víctimas, y, eso, que evidentemente me suena muy bien, sinceramente no sé qué significa: ¿es qué vamos a dar vida a las víctimas si no se habla con los criminales o quizás es qué vamos a impedirles la vida eterna si se habla con las alimañas?, ¿es qué a los familiares de las víctimas les va a quitar el dolor de la muerte de sus seres queridos la persecución implacable aun a costa de otras víctimas y de otros familiares de las víctimas?, ¿es qué las víctimas y los familiares de las víctimas no se sintieron más felices el pasado viernes con la esperanza de ser las últimas víctimas y los últimos familiares de las víctimas?... En fin, una mayoría de españolitos hace dos años decidieron cambiar el signo político de nuestro gobierno. A ellos, les deseo la mejor de las suertes en esta empresa y les exijo también que lo combatan con las armas que el ejecutivo lícitamente puede desempeñar en el ejercicio de su poder y que el mismo pueblo español les entregó democráticamente.
Riddleman
Realmente este asunto es agotador, así que he cambiado de tercio hoy (ver "Trueno el cincuentón"). Por mi parte, aportar una última perversión no del lenguaje, sino de la vida misma: Que los asesinos y sus simpatizantes se impongan al Estado de Derecho, y que no se haga justicia con las víctimas (creo que sólo piden eso). Por lo demás, también le deseo toda la suerte del mundo al Gobierno, y hasta la inspiración del Espíritu Santo si hiciera falta, para que maneje el futuro al margen de esas perversiones. Hoy, al menos, hemos asistido a una "tregua" entre el Ejecutivo y el PP, lo cual es una buena noticia.
Precisamente esa es la clave de todo. El Estado de Derecho se basa en la separación de los tres poderes: legislativo, ejecutivo y judicial, y me da la sensación que todos estos “perversos del lenguaje” deben pensar que vivimos en un Estado despótico donde los tres poderes se concentran en ZP. Yo, que como ya sabes tengo formación académica francesa –me he dado cuenta que incluso en mis preguntas retóricas he utilizado un “¿es que?, influencia clara del francés “Est-ce que?”-, prefiero pensar que nuestra Constitución recoge este principio del oráculo Montesquieu (el espíritu de las leyes) en teoría y en la práctica y tener la conciencia de que no vivimos en una república bananera. Hacer justicia no corresponde al ejecutivo sino al judicial. Por eso, me convertí en Maquiavelo por un día, porque en esencia su príncipe no hubiese confiado en una solución dialogada sino que hubiese creado un “Supergal” para combatir toda esta barbarie... Pero nuestro estado de derecho no lo hubiese permitido... Con esta ilusión, me voy también a recordar a nuestros héroes de viñeta.
Riddleman
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