En la hora en que se reclama la memoria de la guerra de nuestros abuelos, en esta misma hora, reclamo yo la memoria de un crimen de hace nueve años, en realidad de ayer mismo, porque en la mirada de la alimaña no ha asomado el arrepentimiento ni desaparecido el odio y la locura. ¿Ha terminado el terrorismo, Zapatero? Yo creo que no. Hoy la policía ha detenido a la gerontocracia que, en su dorado retiro, cobraba las facturas a los empresarios, y el hijo de puta ése que se ríe en la pecera de la Audiencia Nacional con su concubina lo ha dicho bien claro: “Somos militantes de ETA y no vamos a parar en la lucha por la libertad de Euskadi”. Pero si tienes dudas, presidente, mira a “Txapote” a los ojos. Son los mismos crueles ojos que observaron con desprecio a Miguel Ángel Blanco antes de que el asesino le descerrajara dos tiros en la cabeza. El primer disparo no fue letal; el concejal del PP, maniatado y de rodillas, estaba consciente cuando recibió el tiro de gracia. Aquella “hazaña” fue la quintaesencia del terrorismo etarra, su obra maestra. Cuarenta y ocho horas desesperadas, el clamor de un país pidiendo clemencia, la muerte a cámara lenta... De aquel crimen surgió la rebelión cívica que pasó a llamarse “el espíritu de Ermua”, la primera piedra de la esperanza que se construyó contra el terror. La derrota de ETA empezó en el mismo instante en que Miguel Ángel Blanco exhaló su último aliento. O al menos eso pensaba antes del inicio del actual “proceso de paz”. En esta hora en que reclamo la memoria de los hechos de julio de 1997, El País escribe: “Sólo ha transcurrido una semana entre los dos juicios (el del asesinato de José Luis Caso y el de Miguel Ángel Blanco) y la actitud de los acusados ha sido radicalmente distinta (...). Una fuente policial sugirió que puede que la banda terrorista haya comprendido que la sociedad española no estaría muy dispuesta a que se negociase la salida de prisión de unos terroristas que lejos de dar muestras de arrepentimiento se muestran así de chulos y haya dado instrucciones de no provocar al tribunal ni a las víctimas. Es posible también que no haya habido indicaciones, pero el cambio de actitud es evidente”.
Me avergüenzo de los miserables que ensucian mi profesión. Arcadi Espada lo explica mejor que yo en su bitácora. El diario como un hojaldre de serpientes. Como Gallego&Rey, en la tira que les he cogido prestada, han sabido captar el espíritu de estos tiempos, tan alejado del de Ermua.
20 junio 2006
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