19 febrero 2006

EL HUMO Y LA VERDAD

Cuando se encendieron las luces se produjo un silencio sepulcral en la sala. Pensé que a la mayoría de la concurrencia se le había indigestado esta estupenda, pero compleja película, quizás no apta para todos los públicos (mejor periodistas y asimilados), rodada en un glorioso blanco y negro porque la historia que cuenta es de las de blanco y negro. Hubo parte del respetable que salió por piernas, probablemente para encender un pitillo y acabar con el mono, porque en “Buenas noches, y buena suerte” se fuma mucho y con clase, sobre todo el protagonista, Edward R. Murrow (David Strathairn), y el humo es un intérprete más, tan bueno que hubiera merecido una nominación a los Oscar. Corría la década de 1950 en Estados Unidos, y el senador Joseph McCarthy estaba en plena “caza de brujas” comunista. El periodismo televisivo daba sus primeros pasos, y Murrow y su equipo, desde la redacción de la CBS, le pararon los pies a McCarthy sorteando el juego sucio político y las presiones corporativas y publicitarias. “No caminaremos en el miedo. Recordad que no descendemos de hombres que tuvieran temor de escribir, hablar, asociarse o defender causas que fueron, en su momento, impopulares”. Me pregunto si ese mensaje es aplicable hoy a gran parte de nuestra profesión, tan dada a tapar la verdad con humo, o a vender humo por verdad. Murrow, que en otro de sus alegatos defiende la esencia del periodismo -contar buenas historias con honestidad- por encima del espectáculo vacuo, dejaría el tabaco con tal de no soportar algunas de las bazofias que compiten actualmente en los índices de audiencia.

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