07 abril 2006

MI HÁBITAT REVUELTO

El Santo Grial es María Magdalena que, además, tuvo descendencia con Jesús. Vamos hacia la III República Española. Mi empresa ha impuesto un “carné por puntos” a sus empleados. Se ha declarado la guerra total entre Jiménez Losantos y ABC. Desaparezco una semana de mi hábitat y, al regresar, me dan ganas de volver a hacer las maletas. He viajado a Escocia e Inglaterra siguiendo la ruta de “El Código Da Vinci”. La película se estrena a mediados de mayo y es una buenísima percha para un reportaje de viajes que recorra las localizaciones del libro y del film, que no siempre coinciden. Entre otros lugares, he visitado Rosslyn Chapel, situada al sur de Edimburgo, un templo cargado de simbología que tiene un protagonismo esencial al final de la novela de Dan Brown. ¿Es “El Código Da Vinci” literatura? Seguramente es otra cosa, pero no seré yo el que arremeta contra una obra que me está volviendo a enganchar en una segunda lectura y que, además, no es un plagio, según ha dictaminado hoy un juez londinense. Qué queréis que os diga, me gustan las hamburguesas. A finales de mes iré a París para completar el trabajo. Lo bueno que tienen estos viajes es que desconectas de lo cotidiano, sobre todo de las gilipolleces de los que gobiernan nuestras vidas. Ayer, en el avión, me ofrecieron prensa y cometí el error de aceptarla en lugar de seguir enfrascado en el “código” o de planear una estrategia para escapar rápidamente de la T-4. Me reencontré con Zetapé, mi héroe, que inspirado por el fantasma de su abuelo va a perpetrar una “Ley de Revisitación Permanente de la II República” (subtítulo: “Qué noches las de aquellos días”) como paso previo al advenimiento de la III República. Esta última opción me parece bastante atractiva desde el nacimiento de Doña Leonor. En fin. Y esta mañana, en la oficina, me entero de que algún genio de la comandancia, celoso del éxito de Gallardón con los parquímetros, ha diseñado un novedoso sistema basado en el carné por puntos para joder a los trabajadores: si tu coche está mal estacionado en el aparcamiento del periódico, los seguratas te ponen una pegatina. A la tercera pegatina, te deniegan el acceso motorizado al recinto. Como somos legión y cada uno tira su vehículo donde puede, sobre todo los redactores (los de administración son más madrugadores), ya hay algunos compañeros a punto de perder ese privilegio. ¿Organizará la empresa cursos de reciclaje? ¿Podremos recuperar la tarjeta de acceso a cambio de horas extras? Me huele a motín. Justo ahora que necesitamos hacer piña contra Jiménez Losantos nos vienen los jefes con multas de tráfico. Por lo visto, en mi ausencia, Federico ha pedido en antena a los suscriptores de ABC que se den de baja. La Redacción ha hecho público un comunicado denunciando la campaña de injurias y calumnias y la dirección ha anunciado una demanda por “un acto de denigración del competidor”.
Creo que me vuelvo con los “british”.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Don’t do it, Mike. ¿Podrías imaginarte vivir en un lugar donde se come a las 12 h, se toma el té a las 17h y se cena a las 20h? Eso además sin el rodaballo gallego, el langostino de Sanlúcar, la merluza a la vasca, la paella valenciana o el cocino madrileño. ¿Sabías que cuando dos ingleses se juntan, lo primero que hacen es hablar del tiempo?. No se te ocurra. Piensa, Mike, en cómo sería la vida sin la luz de Levante, sin el azahar del Sur, sin el verde de Cantabria. ¿Cómo podrías escribir en un idioma donde los tiempos y las personas de los verbos se conjugan prácticamente igual?, ¿qué te puede aportar un país que tiene que importar futbolistas españoles cuando el fútbol nació allí?, ¿qué puede suceder en un país dónde no hay médicos?, ¿serán los periodistas los nuevos profesionales usurpados por la gran isla?. Afortunadamente, vas a continuar tu investigación en París. Allí podrás profundizar en tus nuevos ideales republicanos, incluso te hartarás de escuchar aquello de la “grandeur de la France”, o tal vez te asombrarás de cómo rectifica un político. Seguro que allí te dejarán de gustar las hamburguesas y las cambiarás por los escargots y el bacon por el filet mignon. Cuando vuelvas, algún ministro habrá cambiado de ministerio o habrá decidido cambiar de ocupación por motivos personales, algún presidente de equipo de fútbol habrá fastidiado las vacaciones a una panda de amigos que siempre está de vacaciones o alguna que otra afición continuará echando las culpas de sus males a los árbitros ... Pero es nuestra España querida, sin necesitar para ello ser ex ministro de Defensa.

Riddleman

Mike Muddy dijo...

Por el sol y la gastronomía sí me convences... y eso que no has citado a las mujeres, que en la Pérfida Albión dejan bastante que desear. Pero me gusta más Londres que París; es una ciudad más abierta y cosmopolita. París es monumental y demasiado... francesa. En fin, también influye el que no sepa ni una palabra en el lenguaje de nuestros vecinos gabachos.
De acuerdo, me quedaré por aquí a pesar de ZP...

Anónimo dijo...

La buena gastronomía española se refleja en multitud de obras de nuestra literatura clásica. En las obras de Cervantes, el arcipreste de Hita, Quevedo, incluso en el Lazarillo de Tormes, quedan reflejadas innumerables muestras de la cocina española a través de las andanzas de sus protagonistas en mesones, fondas y tabernas. Escritores de fuera contemporáneos han descrito con más o menos acierto las delicias de nuestra cocina basadas en dos aspectos fundamentales, la bondad de la materia prima y la diversidad territorial de nuestros platos. Sin embargo, la sofisticación de nuestra cocina es relativamente reciente y el culmen de la misma ha llegado hace apenas unas horas con el nombramiento del Bulli como el mejor restaurante del mundo. Lo más llamativo es que junto a nuestro universal Ferrán Adrià había otros tres cocineros españoles más entre los once primeros (Arzak, Martín Berasategui). Y para mayor curiosidad de los que creen en casualidades, los restaurantes eran de procedencia vasca y catalana... Sólo nos ganaban en número los franceses... Lo que no había eran restaurantes británicos. ¿Quién dijo aquello de que fueron los británicos quienes inventaron la sobremesa para quitarse el mal sabor de la comida?. En fin, si tienes un ratito en París merece la pena que visites su restaurante más antiguo, la Procope, donde, al menos, si no comes bien podrás darte una vuelta después en sus proximidades para bajar la comida o el susto de la cuenta.

Riddleman