24 abril 2006
¿SOÑAMOS?
En el ciclismo he pasado por todos los estados de ánimo posibles: me he apuntado al carro del vencedor cuando, de niño, apoyaba a Merckx frente a Ocaña, a quien admiré mucho después, cuando comprendí su tragedia. En los 80 me subí a la montaña rusa de Perico Delgado, definitivamente mi ídolo. En los 90 viajé en butaca con Indurain, a quien el deporte español nunca agradecerá lo bastante el cambio de tercio: de banderilleros a matadores, y ahí seguimos. Más tarde me aburrí con un tejano antipático cuya epopeya humana me parece más interesante que la deportiva, pues convirtió el Tour en un pasatiempo funcionarial a costa de unos rivales mediocres. Lo de Heras me hizo un descreído. Ahora está Valverde. Acaba de ganar el “monumento” ciclista por antonomasia, la Lieja-Bastoña-Lieja, un palizón de 262 kilómetros por tierras belgas que siempre se había negado a los nuestros, y cuatro días después de haber triunfado en otra clásica, la Flecha Valona. Tras la retirada de Armstrong, Valverde apunta a la mejor carrera del mundo con el descaro de Perico y la solvencia de Indurain. Además, el tándem Echávarri-Unzué está detrás. ¿Soñamos?
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