01 enero 2007

SOLOS EN LA T-4

“Despertaba el día,
y a su albor primero
con sus mil ruidos
despertaba el pueblo.
Ante aquel contraste
de vida y misterio,
de luz y tinieblas,
yo pensé un momento:
¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos!
... ... ... ... ... ... ... ... ...

¿Vuelve el polvo al polvo?
¿Vuela el alma al cielo?
¿Todo es sin espíritu
podredumbre y cieno?
¡No sé; pero hay algo
que explicar no puedo,
algo que repugna
aunque es fuerza hacerlo,
a dejar tan tristes
tan solos a los muertos!

(Gustavo Adolfo Bécquer, rima LXXIII)

La primera imagen de 2007 me ha conmovido hasta el tuétano: esas doce uvas amargas de los bomberos que intentan recuperar los cuerpos de los dos ecuatorianos sepultados en el aparcamiento de la T-4 de Barajas. Un receso para cruzar de un año a otro, y vuelta a la piqueta. Pensé: ¿no deberían habernos amargado esas uvas a todos, a los esperanzados y a los escépticos, incluso a los bobos solemnes? SMS estúpidos, brindis, cotillones, madrugadas de chocolate con churros...
Y los muertos de la T-4, tan tristes, tan solos.

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