29 enero 2007

PODREDUMBRE MORAL

"Conozco muy bien el País Vasco. Es uno de los sitios de España donde mejor se vive si eres capaz de taparte los ojos, los oídos y la boca. Es un lugar con rincones bellísimos, como San Sebastián, donde he vivido tanto tiempo, donde se ve tanta gente feliz paseando por la playa de la Concha o tapeando en las tabernas. Pero detrás del espejismo de la belleza y de la prosperidad hay una gran podredumbre moral. Eso no desaparecerá en mi generación". Hace dos años, con motivo de las elecciones autonómicas vascas, entrevisté a Consuelo Ordóñez, hermana de Gregorio, concejal del PP asesinado por ETA, cuya tumba acaba de sufrir destrozos a manos de una pandilla de gudaris menores de edad. También en 2005 pisé San Sebastián por primera vez en mi vida y comprobé que era verdad lo que contaban de ella: es una de las ciudades más hermosas de España, si no la más. Me quedé un buen rato apoyado en la barandilla del maravilloso y señorial paseo marítimo, disfrutando del paisaje y de la fresca brisa del mar, y me pregunté cómo estos tipos podían complicarse la vida de esta manera. Donostia es como una manzana lustrosa y apetecible cuyo interior está invadido de gusanos. Tras el asesinato de Gregorio, Consuelo resistió unos años, pero finalmente se marchó al Mediterráneo, donde no tiene que mirar a su espalda cada tres pasos, ni comprobar los bajos de su coche, ni esquivar los escupitajos del odio. Sale a la calle, va a trabajar, a la compra, al cine, a las fiestas de los pueblos, a cenar con los amigos, y no ve pancartas ni pintadas que alientan el fanatismo. No tiene que bajar los ojos, abochornada y aterrorizada, ante las fotos de unos asesinos con tratamiento de héroes. No hay culto al crimen. Pero el País Vasco le duele desde la distancia: en aquella tierra enferma de odio ni siquiera hay paz en los cementerios. En aquella sociedad podrida te matan dos, tres veces, las que hagan falta. Entretanto, un mes después del atentado de Barajas, Zapatero sigue ofreciendo mítines dominicales con la cantinela de la "paz" y el "final dialogado".

1 comentario:

Anónimo dijo...

Querido alcalde de Pueblo de Ballenas:
Desde que tengo uso de razón (mucho menos tiempo de lo que podría parecer a simple vista de mi cuerpo serrano) me había prometido a mí mismo que nunca pisaría el País Vasco hasta que esa panda de hijos de puta hubiera desaparecido. Y, mira por donde, el verano de 2005, casi por casualidad y a medias presionado por la parienta, me "acerqué" dos días (una noche, que diría la de la agencia de viajes de la esquina) a Bilbao. Me hospedé en el hotel (hotelazo) de Mariscal, me lo pasé pipa en el museo innombrable (ese raro... tanto de nombre como de aspecto), me sorprendió la limpieza del paseo "marítimo" de la ría y el encanto del casco histórico... y me quedé estupefacto al ver, en la misma fachada de la catedral, decenas de cartelitos colgados de las ventanas y balcones ladrando a favor de los hijos de puta. No uno, ni dos, ni diez... decenas en toda la zona, que abandoné en cuanto los críos comieron.
Mi parienta intentó convencerme de nuevo el verano pasado para "subir" a Bilbao otra vez, ésta en busca de ópera en el Palacio de Congresos con nombre semirruso (lo siento, sigo sin saber idiomas), y, simple y llanamente, me negué. Ni con tregua ni sin tregua, como me dictaba hace tiempo, hasta mi flaqueza, mi poca razón, no vuelvo allí hasta que no desaparezcan los hijos de puta. Así que, probablemente, me moriré sin conocer San Sebastián. Y, qué quieres que te diga alcalde, ¡ni falta que hace! Este verano, al sur, lo más lejor posible, y la ópera, en Verona, turística y hortera según los entendidos, pero sin una sola bomba ni un solo disparo desde los tiempos de Garibaldi.
Un saludo, amigo...