29 septiembre 2006

LAS LECCIONES DE SARKOZY

La inmigración es una bomba de tiempo de muy difícil desactivación, entre otras cosas por las vendas que nos hemos puesto en nombre de la solidaridad y de nuestras pensiones futuras, dos argumentos antagónicos que, sorprendentemente, conviven aquí sin problemas. En España traerá graves conflictos sociales y pondrá en jaque a gobiernos presentes y futuros. Zapatero percibe el peligro. Con la oposición metida en la ciénaga del 11-M, el “proceso de paz” y la inmigración son los dos asuntos que pueden hacerle perder las elecciones de 2008. Nunca reconocerá que metió la pata con la regularización masiva y, por otro lado, sigue haciendo amigos en la UE, que le ha dado la espalda tras un verano dramático de pateras (yo creía que el posaznarismo era despedir al enemigo americano y volver al redil de la Vieja Europa...). En pleno calentón en el Congreso de los Diputados rechazó “lecciones” de Sarkozy en política migratoria “después de ver las revueltas en los suburbios franceses”. (Habría que rebobinar hasta los tiempos de Miterrand para explicar ciertas cosas; en cualquier caso, en gestión del fenómeno los gabachos nos llevan adelanto). El ministro de Interior francés, que tal vez sea algún día presidente de su república -si la “Zapatera” francesa, Ségolène Royal, no da la sorpresa-, está hoy de visita en Madrid, participando en una reunión de ministros de los países europeos del Mediterráneo que analiza los problemas de la frontera marítima de la UE. Probablemente Zapatero le considere ya un “fracasado”, como hizo con Merkel. Sarkozy, un tipo razonable que siempre ha apoyado a España en su lucha contra ETA, ha reaccionado con elegancia a la estupidez (“Estoy convencido de que esas declaraciones se debieron al clima vivo del debate en el Parlamento y no reflejan su pensamiento”), pero no se ha mordido la lengua al asegurar que “la credibilidad de las leyes de inmigración pasan por la efectividad de la repatriación de los ilegales y por el fin de las regularizaciones masivas en los países de la Unión Europea. Una persona regularizada en España tiene derecho a entrar en Francia, así que no es raro que decidamos juntos, eso es Europa. No doy lecciones a nadie ni tampoco me gusta que me las den”. Nuestro ínclito mandatario lo sabe, pero calla. Ha ordenado un giro (con Pepiño y De la Vega como principales voceros). Ha escondido a Caldera, el padre del último “efecto llamada”. Una reacción tímida, pero reacción al fin y al cabo. Hace falta un pacto de Estado con el PP, que tampoco hizo los deberes en su día. Negociar hasta la extenuación con los países africanos. Endurecer el control fronterizo. Aceptar el pescozón europeo en vez de sacar pecho. Insistir en la petición de ayuda. Y escuchar a Sarkozy: “Me dice que no se puede expulsar a todos (...) pero si añade ‘como no podemos, no lo hacemos’, prepárense a recibir a muchos”.

1 comentario:

Antonio M. Figueras dijo...

Me cae bien Sarkozy, pero prefiero a su mujer... Aunque mi musa se llama Segolene (sé que la faltan acentos, pero nadie es perfecto)