12 enero 2006
¿SUEÑAN LOS ANDROIDES CON OVEJAS ESPAÑOLAS?
Año 2030. Cataluña es una nación. España, un recuerdo. Leonor ha dejado de ser doña y vive en el exilio con sus padres, Felipe y Letizia, que nunca reinaron. Los Borbones, a pesar de todo, siguen sin dar ni golpe. La acción se sitúa en los països catalans, en un territorio que va desde Perpignan a Alacant y desde Zaragoza a Maó. Todo el mundo habla catalán, piensa en catalán, escribe los historiales médicos (y todo lo demás) en catalán, hace el amor en catalán, sueña en catalán. Y que nadie se despiste: los Mossos Runners vigilan el estricto cumplimiento de la norma sagrada. Esta policía de élite, fundada a principios de siglo por el padre de la patria, Carod-Rovira, con la anuencia de un tonto útil del que nadie se acuerda, liquidó a todos los animales porque no piaban, ladraban, maullaban, cacareaban, relinchaban, mugían o rugían en catalán. Ahora la gente tiene mascotas robots. El protagonista de nuestra historia es Ricard Deckard, un experto mosso runner que debe eliminar a un grupo de Nexus 6 -androides de última generación idénticos a los seres humanos- que ha llegado desde Castilla y amenaza con introducir ideas raras en las mentes de los catalanes. Uno a uno, estos “sin papeles” cibernéticos van cayendo bajo el fuego del cazador. A esto no se le llama ejecución; se le llama retiro. El problema es que se enamora de una replicante, Raquel, que habla español y está súperbuena. En el tramo final, el líder de los androides, viéndose jodido, suelta esta parrafada a Deckard: “He visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto Rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhäuser. Ciudadanos con posibilidad de elegir. Gente que se entendía en una lengua común y respetaba la lengua materna de su interlocutor. Solidaridad y proyectos compartidos. Buen rollo. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir”. En el último capítulo, Ricard huye con Raquel a un pueblecito de la meseta castellana, lejos del ambiente asfixiante de los països catalans. Es consciente de que un poli los ha dejado escapar porque la replicante tiene fecha de caducidad. “Cuatro años, cree él”, piensa el mosso runner mientras conduce su vehículo camino a la libertad. “Está equivocado. El fabricante me ha dicho que Raquel es especial. No sé cuánto tiempo estaremos juntos. ¿Quién lo sabe?”.
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