22 enero 2006

DOMINGO AGRIDULCE

¿Creéis que me gusta hablar/escribir de Zapatero y cía? Pues no. Prefiero hacerlo de cine, deporte, naturaleza, viajes... Hoy, por ejemplo, me gustaría referirme a la conmovedora “Brokeback Mountain”, llamada a ser la película del año. La vi ayer y sus imágenes y diálogos aún me persiguen (y no es porque esté sopesando cambiarme de acera, ¿eh?, aunque una amiga sostiene que todos los hombres tenemos una vena gay). O sacar pecho, por una vez, porque el Atleti ganó después de tres meses y parece que sale del pozo. O “descargar” aquí mi cuaderno de campo con los bichos que avisté hace unos días en Doñana.
Pero los periódicos me han encabritado.
Miro la portada de El Mundo y veo una foto de Otegi que, con el puño al aire, dice: “Vamos ganando”. O sea, que ETA va ganando. Luego leo el titular de la entrevista que ABC le hace al ex terrorista Teo Uriarte: “Zapatero ha dado a ETA la mayor legitimación de la historia”; y, en el mismo periódico, una información de Juan Pedro Quiñonero sobre el asombro y carcajeo que produce España en Europa por los últimos acontecimientos. Después me paso a El País, el diario ideal para enterarse de la negociación del siglo. ZP, con nocturnidad -que es la mejor forma de cerrar un acuerdo marca de la casa, es decir, “como sea”-, le ha dicho a Artur Mas: “Toma la pasta para fundar tu nación”. Nuestro presi, que a estas horas está amancebándose con Carod para no dejar cabos sueltos, asegura que las palabras no significan nada (así pretende quitarle hierro al asunto de la “nación”). En ABC se puede leer hoy una cita del filósofo José Antonio Marina: «El uso indiscriminado de un término no sería grave si las palabras no fueran un instrumento para analizar la realidad. Pero lo son. Sus significados indican senderos abiertos en las cosas, que las hacen transitables. Una palabra perdida es, tal vez, un acceso a la realidad perdido. Una palabra emborronada es un camino oculto por la maleza». No sé cómo el inenarrable estadista va a apartar la maleza del embrollo en el que nos ha metido al “emborronar” el término nación. Y todo para contentar a unos chantajistas de medio pelo.
En fin. Menos mal que, a última hora, un artículo de Gustavo Martín Garzo en El País me ha reconciliado con el día. Se titula “El regreso de King Kong”, y habla maravillas de la última película de Peter Jackson y de su protagonista, Naomi Watts. “En realidad, King Kong no hace sino estar muriéndose desde el comienzo de la película. Nadie era más poderoso que él, hasta que aparece Naomi Watts. Entonces todo cambia y en ese reino de la ferocidad suprema que es la isla de la Calavera se abre ese espacio minúsculo de la dulzura. Pero pocas cosas hay más terribles que la dulzura, ya que en ella siempre se oculta la idea de la renuncia”. Leed el artículo si podéis, y así se os quitarán (a quienes los tengan) los prejuicios sobre una película que es mucho más que sus deslumbrantes efectos especiales. Una historia de amores prohibidos. De terreno vedado. Como “Brokeback Mountain”. Hay amores que matan, ¿verdad, Jack Twist? El privilegio de King Kong fue que la persona amada le cupiera en la palma de la mano. El tuyo, el de no renunciar a ser tal como eres.
Al final he terminado escribiendo de amor y de cine.
Como debe ser.

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