16 enero 2006

MANÍACOS

Cena con amigos, “trapos sucios” al aire. Tengo un colega que se graba todas las series y las visiona a salto de mata aprovechando cualquier hueco en su agenda: mientras desayuna ve “A dos metros bajo tierra”; cuando llega a casa después de trabajar, “Urgencias”; mientras cena, un capítulo de “CSI”. Al día siguiente continúa con el mismo ritmo, aunque cambia el programa: “Los Serrano”, “Medium”, “Sin Rastro”, “Mujeres desesperadas”, "Perdidos"... Confiesa que se mete en vena una decena de series a la semana. Tiene dos vídeos en su casa y otro en la de sus padres funcionando a pleno rendimiento. Es un fanático de la tele -de la parrilla, del electrodoméstico y de los periféricos-. Su mujer se encoge de hombros, es lo que hay. Tengo otro colega que se declara tecnófilo. El PC es su tótem, y los juguetes asociados, su perdición: iPod, cámaras digitales, iTunes, Bluetooth... Tiene varios blogs, lee unos cuantos más y navega en busca del último grito. Ya ha fijado su próximo objetivo, una cámara digital reflex, aunque es probable que cuando reúna la pasta haya salido al mercado un nuevo reproductor mp3 capaz de almacenar 100.000 canciones, 50.000 fotos y 1.000 horas de vídeo, y le asalte una duda existencial. Su mujer se encoge de hombros, qué remedio. Un servidor es coleccionista y sentimental, una mezcla explosiva. No tiro nada que me recuerde mi niñez, o la niñez de mis hijas, desde cómics a cuadernos escolares, pasando por el mítico “Spectrum”. En los últimos años me ha dado por “El Señor de los Anillos”: diferentes ediciones del libro (y de otros libros de Tolkien o sobre Tolkien), películas, música, juegos de mesa, videojuegos, muñecos articulados, figuras de plomo... Mi mujer no se encoge de hombros: está hasta el gorro. “Abres un cajón y te encuentras decenas de muñequitos de Kinder Sorpresa”, revela en la cena, para mi sonrojo.
Bueno, ¿y qué?
El que no tiene alguna manía, o afición, o adicción... es que está muerto.

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