27 junio 2008

CAMINO DE LA GLORIA

Soy de una generación que ha podido disfrutar del éxito del deporte español en múltiples disciplinas, con grandes campeones como Indurain, Nadal, Alonso, los chicos de oro del baloncesto y otros tantos que fueron, son y serán, con la brillante cosecha de medallas olímpicas a partir de Barcelona 92... pero que sufrió el estigma del Mundial 82, el "síndrome Naranjito" que ha ido engordando a lo largo de los años. Ayer me emocioné con el mejor partido de la selección española de fútbol que recuerdo. "Inolvidable", titula con acierto El País. Un rondo entre amigos, un divertimento de patio de colegio, una obra artística de dibujos animados... en el entorno de las semifinales de la Eurocopa y ante el equipo revelación del torneo, Rusia. El gran hacedor de este sueño ha sido un abuelo cascarrabias que lleva un par de años en el ojo del huracán, blanco de las iras de buena parte de la prensa y de la afición que ahora, por cierto, lo quiere canonizar. Reducido a un guiñol por sus críticos, Luis Aragonés se ha acorazado y ha forjado un equipo de verdad, sin peajes del pasado, con hambre de victorias y que sabe a lo que juega. No sólo hemos acabado con el "síndrome Naranjito", sino también con el absurdo tópico de que en un país de paisitos es imposible asociarse, como si el talento catalán o castellano fueran agua y aceite. No sé qué haremos el domingo en la final frente a la vulgar y efectiva Alemania de toda la vida, pero la vacuna ya está inoculada. El fútbol español, por fin, está en la pomada y deslumbra.

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