"You can't stop what's coming" ("No puedes parar lo que viene"), le dice un colega al sheriff Ed Tom Bell, interpretado por Tommy Lee Jones, un tipo crepuscular, al borde de la jubilación... y de morir ahogado en la "corriente de pesimismo" que anega Estados Unidos, ese país que no es para viejos. El sheriff rememora a sus ancestros, también hombres de ley como él: vivieron tiempos difíciles, pero dentro de una cierta lógica. Ahora las cosas se han salido de madre. La otra cara de la moneda es el psicópata Anton Chigurh (Javier Bardem), un "terminator" amoral: la muerte camina de su mano y su código se reduce, en el mejor de los casos, a una moneda lanzada al aire. Se ha hecho justicia a los hermanos Coen con "No country for old men", una gran película, aunque inferior a "Fargo" y a "Muerte entre las flores". Hollywood suele compensar los olvidos, ya ocurrió el año pasado con Scorsese. "Es curioso", señalan los Coen, "nos han premiado por algo que ya habíamos hecho antes". En el fondo, "No es país para viejos" es como "Fargo": pasamos de un desierto nevado a otro polvoriento, pero en ambos decorados de la América profunda habitan la desolación, la estupidez y la brutalidad. Cierto que Marge Gunderson (Frances McDormand) se hace la tonta y sobrelleva el asunto mejor que el sheriff Bell. En cualquier caso, los Coen no juzgan a sus personajes, lo que no deja de ser desconcertante para cierto público no avisado.
Mención aparte merece el trabajo de Javier Bardem, ganador del Oscar al mejor actor de reparto. Absolutamente espectacular. He escuchado a algún crítico restarle méritos (que si es un personaje hierático, que ponerse en la piel de un asesino múltiple no es tan complicado...) cuando borda una interpretación llena de matices, de locura, de ironía. Lo cortés no quita lo valiente: no me gusta el papel público de Bardem (si juegas a la política tienes el derecho a sacudir, pero también el deber de encajar... deportivamente en ambos casos, cosa que no hace; y ese corporativismo victimista sugiere que aún estamos en una dictadura, cuando la realidad es que los cómicos, periodistas y otros profesionales trabajamos en libertad en España desde hace más de tres décadas). Además, con su activismo corre el peligro de que personajes absolutamente impresentables como Pepiño Blanco lo utilicen de forma despreciable ("¿Y ahora, qué? ¿Serán estúpidos los miembros de la Academia de cine de Hollywood? ¿Los habrá untado Zapatero?", escribe Pepiño en su blog. "Hoy, más de un bocazas tendría que reflexionar (...). Javier Bardem (...) es un ejemplo de la España del triunfo y de la España que ven un gran número de españoles menos Rajoy, Acebes, Zaplana y muchos de sus acólitos mediáticos, para quienes este actor es un mantenido del Gobierno del PSOE, un pancartero y no sé cuántas cosas más"). El probablemente mejor actor español de la historia no se merece defensores como estos.
25 febrero 2008
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