La resaca ha sido más sorprendente que el prolegómeno. Sesudos tertulianos que opinan estos días sobre la crisis del PP y las lecciones de ética de Pepiño y Zapatero no se resisten al chiki chiki. Unos hablan de ridículo; otros, de lo saludable que es reírse de uno mismo. Nadie en su sano juicio pensaba que Rodolfo Chikilicuatre podía ganar, pero las audiencias millonarias y las descargas del politono han sido cosecha más que suficiente para la televisión pública y los lanzadores de esta frikada.
En el fondo, Eurovisión tiene su merecido. Todas las canciones, salvo excepciones, son pésimas, y abundan los esperpentos o los pibones siliconados. Decide la geopolítica, como año tras año demuestra Uribarri, otro friki por cierto. La bazofia rusa recibió 12 puntos de los antiguos países de la Unión Soviética: Estonia, Letonia, Lituania, Ucrania, Bielorrusia y Armenia. Algunos históricos del festival se rasgan las vestiduras. El Uribarri británico, Terry Wogan, está indignado con el último puesto cosechado. Normal, estos tipos sirven la soberbia con el té con pastas. "Esto ha dejado de ser un concurso de música. Merecíamos más puntos, sobre todo teniendo en cuenta los recibidos por España o Bosnia, con canciones ridículas. Creo que los países occidentales tienen que decidir si les interesa seguir participando porque las perspectivas son muy pobres", ha dicho Wogan. Encima los british están cabreadísimos tras las últimas revelaciones sobre la compra de votos durante el franquismo para intentar ganar el festival. Escuece que en 1968 Cliff Richard quedara segundo por un punto detrás de Massiel. En Alemania también están desolados. El popular grupo No Angels sólo se llevó 12 puntos de Rumania (de donde procede) y dos de Suiza. "¿Por qué no nos quiere nadie?", se pregunta el Bild am Sonntag. "¿Somos demasiado tontos para ganar o es que simplemente no gustamos?".
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