17 octubre 2007

EL ECOLOGISMO COMO ESPECTÁCULO

De las catacumbas al premio Nobel de la Paz, pasando por un Oscar de Hollywood. Los ecologistas, sospechosos habituales, ya tienen su reconocimiento internacional en la figura de Al Gore, aunque me temo que muchos de ellos no quieran alinearse con este oportunista de manual. "Una verdad incómoda" ("An Inconvenient Truth"), el documental que le ha lanzado al estrellato y le ha proporcionado bolos millonarios por medio mundo, es un puñetazo directo a la mandíbula. No voy a entrar en la polémica de cuánto hay de verdad y cuánto de exageración en ese filme ("De lejos, la película más terrorífica que nunca hayas visto", reza el cartel promocional). Mientras algunos expertos dudan de su base científica y un juez británico lo ha declarado "dudoso" desde un punto de vista didáctico, el Gobierno español, atento a las modas, repartirá 30.000 copias entre los escolares. Mejor eso que nada. El ser humano lleva décadas jodiendo el planeta, y el viaje a la depresión más absoluta que propone "An Inconvenient Truth" es, como mínimo, terapéutico. Resulta no obstante sorprendente que el ecologismo se haya convertido en un espectáculo de masas y que sus nuevos profetas sean tipos que se encuentran más cómodos en la moqueta que en el barro, que hacen caja a costa del calentamiento global y reconducen sus fracasadas carreras políticas (¡qué oportunidad tuvo Gore en sus ocho años de vicepresidente de EE.UU. para aplicarse el cuento!). Quiero decir: no sé si el visionado del famoso documental dejará en el público un poso distinto al de otras películas "gore" (perdón por el juego de palabras). Tengo más fe en la educación, en la lluvia fina, en la responsabilidad de cada uno, en aplicar a diario el mandamiento "piensa global, actúa local", en la presión de la sociedad a sus gobernantes que en las vedettes de la protección a la naturaleza.

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