
La tauromaquia, como la selección nacional de baloncesto, se ha convertido en la gran esperanza para la unidad de España. Los nuevos héroes son Pau Gasol y José Tomás. Del primero lo sé casi todo; del segundo, que es la reencarnación de Manolete (según los entendidos), que nació en Galapagar y que la reventa para ver sus capotazos está en 3.000 euros, que no los pago yo para ver una
jam session con Police, Bruce Springsteen, Genesis, Led Zeppelin y U2. Jodido estoy, pues como soy antitaurino un crítico-en-pleno-orgasmo-fin-de-temporada-gloriosa me ha etiquetado como "animalista", término que no recoge la RAE, así que me temo lo peor: ser considerado un amante de la zoofilia o cómplice de los nacionalistas que queman los símbolos de este país. Pues no, es que soy sensible, y esa chorrada de que los toros nacen para morir (como todo bicho viviente, claro, el problema está en el "cómo") no justifica la tortura.
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