24 septiembre 2007
PERDÓN, SOY ANIMALISTA
La tauromaquia, como la selección nacional de baloncesto, se ha convertido en la gran esperanza para la unidad de España. Los nuevos héroes son Pau Gasol y José Tomás. Del primero lo sé casi todo; del segundo, que es la reencarnación de Manolete (según los entendidos), que nació en Galapagar y que la reventa para ver sus capotazos está en 3.000 euros, que no los pago yo para ver una jam session con Police, Bruce Springsteen, Genesis, Led Zeppelin y U2. Jodido estoy, pues como soy antitaurino un crítico-en-pleno-orgasmo-fin-de-temporada-gloriosa me ha etiquetado como "animalista", término que no recoge la RAE, así que me temo lo peor: ser considerado un amante de la zoofilia o cómplice de los nacionalistas que queman los símbolos de este país. Pues no, es que soy sensible, y esa chorrada de que los toros nacen para morir (como todo bicho viviente, claro, el problema está en el "cómo") no justifica la tortura.
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