21 septiembre 2007

EL SEGUNDO NACIMIENTO DE STELLA















Nació el pasado 22 de junio, tras 26 semanas de gestación. Tuvo que dejar atrás a su hermana gemela, Sarah, que no lo consiguió. Al salir del vientre de su madre pesaba 640 gramos, más o menos, porque lo cierto es que no pudieron ponerla en la báscula, ni medirla -aunque su tamaño no era mayor que la mano de su padre-. Fue directamente del paritorio a la UVI en una incubadora móvil. Allí pasó mucho tiempo intubada, luchando por sobrevivir. Sus progenitores contaban a los amigos la impresión que les daba ver ese cuerpecillo minúsculo, casi transparente, enchufado a un máquina, pero desde el principio tuvieron claro que iban a acompañar a su hija sin perderse un solo pase, ganándole horas, días, semanas y meses a la desesperanza, acariciándola en su burbuja, hablándole suavemente. Una vida pendiente de un hilo, sorteando problemas respiratorios, infecciones y hasta la varicela de una de sus cuidadoras. Dos vidas en torno a un hospital, compartiendo sobresaltos e ilusiones con otras familias en la misma situación, enviando correos electrónicos y SMS a los interesados con el parte diario ("hoy ha estado un par de horas sin oxígeno adicional", "ha cogido otros cien gramos", "ha tomado su primer biberón"...), mirando el teléfono móvil de reojo ("no news, good news").
Hemos entrado en el otoño, pero la pesadilla es ya un jirón de nube. La pequeña ha salido de la UVI, duerme feliz en una cuna, respira sin aparatos, se mete los bibes doblaos, pesa casi dos kilos y está a punto de mudarse a su casa, con sus padres. El segundo nacimiento de Stella es una declaración de intenciones: vivirá por ella y por su gemela. Pronto la conoceré en persona.

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