01 marzo 2007

BLADE RUNNER, 25 AÑOS



"I've seen things you people wouldn't believe. Attack ships on fire off the shoulder of Orion. I watched c-beams glitter in the dark near the Tanhauser Gate. All those... moments will be lost in time, like tears... in rain. Time to die".

Entre mis diez películas favoritas de todos los tiempos hay dos de Ridley Scott: "Alien" y "Blade Runner". Esta última cumple ahora 25 años y es portada del suplemento de cultura de ABC de este próximo sábado. "Mejor húmedo que seco, mejor noche que día, mejor cerca que lejos", escribió el crítico Oti Rodríguez Marchante del "estilo Scott" de la primera época, antes de que "suicidara" a Thelma & Louise por ser libres, de que vistiera al duro Russell Crowe con faldita o la cagara con "La teniente O'Neil". Dejando al margen el asunto de los primeros planos, Andrés Ibáñez, autor del artículo del ABCD, le lleva la contraria a Oti: no es cierto que "Blade Runner" sea una película sombría, está llena de luz y de la nostalgia de la luz. Luz deconstruida: no está dentro de las casas, sino fuera, en los focos publicitarios y policiales que barren obsesivamente suelos y paredes. "El aire de las estancias oscuras se ilumina misteriosamente, como si fuera submarino y estuviera lleno de plancton. Pero esa materia extraña que parece llenar el aire es precisamente luz". Supongo que la obra maestra del viejo Ridley (mi colega Juan Francisco Alonso y yo le llamamos así, "el viejo Ridley", como si formara parte de nuestras familias) merece miradas diversas. Obra compleja, llena de símbolos, de delicados matices, de diálogos demoledores. ¿Luz? Digamos que es posible que la oscuridad deslumbre, como deslumbra ese mundo apocalíptico que describe Scott, lleno de apretujados enfermos de soledad que comen bazofia china en puestos de la calle, que se empapan con la lluvia ácida, que conviven con juguetes robots, que esconden su impostura coleccionando fotografías falsas; como deslumbra la maravillosa música de Vangelis, ese saxo que corta la noche cuando Rachel (Sean Young) deshace su impecable peinado de replicante, se suelta la melena rizada y negra en busca de una pizca de humanidad; como deslumbra esa escena final en la azotea, cuando Roy (Rutger Hauer) siente que la muerte le alcanza y le suelta a su cazador cazado, Rick Deckard (Harrison Ford), esa parrafada absolutamente inolvidable. Luminosa también es la posdata: el "blade runner" encuentra en la puerta de su apartamento un animalito de papel de los que hace Gaff, el siniestro policía interpretado por Edward James Olmos. Rebobinemos. En la versión del director, Deckard tiene un recuerdo, o una visión, de un unicornio blanco corriendo entre los árboles. Clave de bóveda: el animalito que ha dejado Gaff es un unicornio, ergo la policía conoce los sueños de Deckard, ergo... él también es un replicante. Pero siente amor por Rachel, y Rachel por él. En realidad, como concluye Andrés Ibáñez en su artículo, "¿qué importa ser una máquina, si se es capaz de sentir amor?".

2 comentarios:

Antonio M. Figueras dijo...

Sigo emocionándome, con la emoción que se deriva de mi frágil inteligencia, con la despedida del Espartaco replicante. Y me duele que jamás veré naves ardiendo más allá de Orión. "Blade Runner" es una de las obras maestras del cine, a pesar de que su versión primigenia, la novela de Dick, resulta bastante infumable. Es curioso, Philip K. Dick es un novelista que no sabe escribir, pero su imaginación roza lo portentoso. De ahí también "Minority Report". "Blade Runner" revolucionó no sólo la manera de enfrentarse al cine, también de luchar con la vida y la muerte. Quién sabe si todos nosotros no somos también replicantes.

Anónimo dijo...

...fears in rain...