16 marzo 2007

LA MUERTE DE INMACULADA


Ajena a la polvareda que ha levantado su decisión, Inmaculada Echevarría ya sabe la respuesta a la única pregunta que, en el fondo, nos importa a los humanos. Está en el lugar donde quería estar, que puede ser alguna parte, y se ha ido del lugar donde no quería estar, que era seguro ninguna parte. Apoyo su decisión de no vivir bajo la esclavitud de un respirador artificial, pero no me gusta el espectáculo mediático / político que se ha montado en torno a su caso, el confuso debate sobre lo ocurrido (¿estamos ante un caso de eutanasia, suicidio asistido o limitación del esfuerzo terapéutico?), el oportunismo de los que llevaron a portada las últimas horas y las últimas palabras de Inmaculada... La muerte debería ser un adiós íntimo. Si alguna vez me encuentro en un brete semejante no me gustaría irme bajo los focos, que se contara, por ejemplo, que mi agonía duró tres minutos. Me temo que falta un mundo para que todos tengamos derecho a una muerte digna, para que la ética y la ley lleguen a un punto de encuentro, para que las dudas cedan ante las certezas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Por fin dejó la vida quien no la quería vivir. La dejó porque vivir así no es vivir y, si no es vivir... Y la han ayudado a hacerlo.
Hemos avanzado mucho en poco tiempo. A Ramón San Pedro hubo que ¿asesinarlo? para que viera (dejara de ver) su deseo cumplido. Con Inmaculada han permitido su desconexión del respirador artificial para que dejara de vivir, de sufrir. Pero, en efecto, no nos hemos librado del espectáculo mediático que acompaña a estos casos. Siempre el derecho a la intimidad compitiendo con la libertad de expresión e información. Pero, ¿y el morir dignamente, sobre todo, para quien no ha vivido dignamente?
Con Ramón hicieron una película; espero que con Inmaculada sólo hagan examen de conciencia.
Y la religión, que siga fomentando la otra vida pero que se modernice un poco más en esta. Ya sabes: a Dios lo que es de Dios...