19 diciembre 2005
EL RETORNO DEL REY
No soy muy objetivo con Peter Jackson, porque llevó al cine el libro de mi vida y, además, lo hizo extraordinariamente bien. Así que tiene crédito conmigo para equivocarse unas cuantas veces. Le pasa lo mismo a Ridley Scott, por ejemplo, al que puse en los altares después de “Alien” y “Blade Runner” y ahí sigue, a pesar de algunos pinchazos evidentes. Pero es que Jackson ha hecho un “King Kong” que no es sólo la versión corregida y aumentada de las anteriores, sino que es gran cine, cine con mayúsculas, una montaña rusa de emociones y entretenimiento, una reinvención del mito de la bella y la bestia con una bella, Naomi Watts, que se sale cuando ríe, cuando llora y cuando mira, y una bestia que en su impresionante virtualidad es más real, más auténtica que algunos gorilas con los que nos cruzamos a diario. La recreación del Nueva York de los años 30 es maravillosa, y los efectos especiales convierten casi en una antigualla lo visto hasta ahora: la estampida de los dinosaurios por el cañón y la pelea de Kong con los tiranosaurios que se quieren zampar a su amada no tienen parangón. Jackson es el nuevo rey Midas de Hollywood, el niño grande que colecciona recuerdos del cine –figuras, carteles- y participa en el diseño de videojuegos. Ya no es el hobbit gordinflón que rodó “El Señor de los Anillos” (ha desterrado las hamburguesas de su dieta), pero sigue teniendo el mismo aire desaliñado, gamberro y cercano. Un peligro: que con la billetera llena se le vaya la pinza y olvide su oficio. Nos perderíamos algunas obras maestras que están por venir.
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