30 noviembre 2005

LA CULTURA DEL COMO SEA

Nuestro histórico presidente del Gobierno se retrató el otro día en la cumbre Euromediterránea para los que aún no se han caído del guindo. Resulta que la quintaesencia del talante es cerrar un texto o un acuerdo como sea, aunque se haga el ridículo más espantoso o llegue después la factura (de todos modos, estos tipos no suelen pagar los adeudos -¿eh, Montilla?- y, encima, se regodean; el problema es que acabamos pagándolos los demás). Las chapuzas que lleva hasta la fecha me preocupan relativamente, pero se me pone el vello como escarpias pensando en los proyectos que afronta Mister Bean para la recta final de la legislatura, porque me temo que acabará pactando con ETA como sea y aprobando el Estatuto catalán como sea. De todos modos no voy a profundizar en la penúltima cagada de Zetapé, que ya están ahí los tertulianos vocingleros para darle estopa, pero sí utilizarla como símbolo de estos tiempos. Ocurre, por ejemplo, en el trabajo. ¿Cuántas cosas están pilladas por los pelos o son fruto de la improvisación? Que levante el brazo el que no haya oído alguna vez esta frase u otra parecida: “Hay que sacar adelante el proyecto como sea. ¿Medios? Tú y tu sombra, y date con un canto en los dientes. Pero hazlo como sea”. Como sea con tal de no dar problemas. Como sea con tal de que no pongas en peligro el chiringuito del que manda. No veo brazos levantados, colegas. ¿Y qué pasa? Que si tienes un poco de vergüenza torera intentas algo digno y acabas robándole horas a la familia, al sueño, a la salud... Una compañera se queja del “sexo a deshoras”. Joder, más de uno se apuntaba a esa fórmula, porque la habitual entre los currantes con cierto recorrido vital (que incluye un matrimonio, al menos) es la del “sexo como sea”.

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