20 noviembre 2005

EL RESPETO

A pesar de que no se compra, nos empeñamos en buscarlo en mercados, para más inri, equivocados: despachos y áticos nobles. El respeto no se consigue con dinero ni trapicheos, sino con honestidad, y es el mayor de los tesoros: más que un cargo, más que un título, más que un premio. Vale tanto porque es de las pocas cosas que uno se lleva a la tumba, aunque ahora los irlandeses se llevan el teléfono móvil por si acaso "despiertan". El respeto no se gana en un golpe de suerte, ni en una subasta, ni en un día, ni en una semana. Es lluvia fina, no chaparrón. Si es verdadero, se publicita poco. Se manifiesta más en una sonrisa, en una frase cariñosa o en pequeños gestos que en palmaditas en la espalda o ruidosos homenajes. Últimamente hablo con personas que se quejan de que les faltan al respeto; compañeros con una trayectoria profesional intachable que sienten que su trabajo es despreciado, o que se les utiliza para fines indecentes. La otra parte no se da cuenta de que tiene muy mal pronóstico, y que tarde o temprano el desaire volverá como un bumerán envenenado y le dará en las narices.

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