28 abril 2008

PARECÍA UN BUEN TIPO

El infierno está a veces en nosotros mismos o, como muy lejos, a nuestro alrededor.
Josef Fritzl, austriaco, 73 años, mantuvo encerrada a su hija Elisabeth durante 24 años en un calabozo subterráneo bajo su casa en Amstetten, a 130 kilómetros de Viena, sin que su esposa, familia y vecinos sospecharan nada. Durante este tiempo violó sistemáticamente a Elisabeth, con la que tuvo siete hijos, que nacieron en el zulo; uno de ellos murió y su cadáver fue quemado por Fritzl en la caldera.
Hay un factor que se repite en los crímenes cometidos por psicópatas que me perturba especialmente: la atroz ignorancia de los testigos. En Amstetten la gente se tragó que Elisabeth había desaparecido para adherirse a una secta en un lugar desconocido, donde habría tenido varios hijos; se tragó que había abandonado a tres de ellos delante de la casa de sus padres al no poder mantenerlos; y no pilló a Fritzl en alguno de los renuncios que, sin duda, tuvo durante casi un cuarto de siglo, cuando acudía a las tiendas del barrio a comprar suministros para sus otros hijos encerrados. Sin duda Josef parecía un buen tipo. Un tipo normal.

No hay comentarios: