10 octubre 2006

LOS PINOS DE LAS NAVAS

Las Navas del Marqués forma parte de mi infancia. Mis abuelos vivieron en este pueblo de Ávila durante muchos años, y sus pinares fueron el decorado de mis veranos y de muchos fines de semana. En el Valladal atrapaba saltamontes y lagartijas con mi hermano y mis primos, e incluso a veces gamusinos, animales imaginarios que se usan para embromar a los cazadores novatos. Aunque, en mi contexto de aquellos días, “cazar gamusinos” significaba ir discretamente al escusado. También cogía níscalos con mi abuelo, aunque luego no los cataba, que las setas siempre me han dado mala espina. Y hacía guardia en el castillo de Magalia para escuchar los susurros de un supuesto fantasma que, al final, resultó ser una lechuza (a los chavales nos contaron que Félix Rodríguez de la Fuente descubrió el pastel, pero me parece que es una leyenda urbana o, en este caso, campestre). Pues bien, me entero por la tele que un constructor de esos que quieren convertir España en una urbanización sin límites ha obtenido los permisos de la Junta de Castilla y León para construir una “ciudad del golf”, un proyecto que incluye 1.600 chalés, un hotel y cuatro campos de golf y que, como es habitual en estos casos, se vende como “clave para el futuro del pueblo”, pero que ha provocado que el pueblo se levante en armas. El alcalde ha ordenado paralizar la tala de pinos, que ya se había cobrado cientos de víctimas, mientras políticos, ecologistas, la ministra de Medio Ambiente y el promotor (un murciano conocido como “El Paloma” que dice que tiene todos los papeles en regla) se han enzarzado en una batalla sin cuartel. No sé cómo acabará la historia, pero me ha entristecido mucho este atentado a los recuerdos de mi niñez. No sé si mis nietos podrán ir algún día a cazar gamusinos a Las Navas.

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