
Por culpa de aquella experiencia mundialista algunos acabamos presos del “síndrome Naranjito”, enfermedad que brota cada cuatro años y cuyos síntomas más reconocibles son: Euforia (¡Somos los mejores! ¿Candidatos? ¡Favoritos!). Negación (No es posible... ¿Suiza? ¡Que repitan el partido!). Ira (¡La culpa la tienen el árbitro, Zapatero, Sara Carbonero, el tiqui-taca y Luis Aragonés!). Negociación (No pasa nada, si le metemos siete a Honduras y Chile gana a Suiza y luego nosotros a los chilenos, igual todavía eludimos a Brasil en octavos...). Depresión (¿Quién diablos cubría a ese hondureño? Pero... ¿por qué nos tiene que pasar esto a nosotros y no a los italianos?). Y aceptación: el álbum de cromos que hemos logrado completar con paciencia y una insultante inversión de pasta, ya que en cada sobre salían dos o tres estampitas repetidas, entra a formar parte de nuestro pequeño museo de los horrores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario