26 mayo 2010

EL VIAJE Y LA LUZ DE "PERDIDOS"

Cuando en la pantalla aparecieron, junto a los créditos, los restos del fuselaje del vuelo 815 de Oceanic sentí una mezcla de extrañeza y melancolía. No tenía muy claro si había entendido el final (el madrugón y los fallos en la emisión de los capítulos no favorecieron la concentración, aunque valoro el esfuerzo de Cuatro), pero sí la certeza de que el telón acababa de bajarse después de un viaje extraordinario de seis años. Con altibajos en la historia, con maltrato en la programación, pero muy especial. Luego, con el paso de las horas, con la lectura de las primeras teorías en la web y el intercambio de impresiones con algunos colegas igual de enganchados que yo, comprendí que Jesús Lillo tenía razón en el título de su peculiar diatriba de hace unos días en ABC: “Perdidos” no acaba el lunes. Generará más y más debate en la red y en tertulias de café, los críticos continuarán ganándose la soldada escribiendo más discursitos cool contra los pobres frikis y la serie será recordada durante mucho tiempo como un prodigio de entretenimiento y emoción.
Porque de eso se trata. De entretener y emocionar. Más allá de la filosofía, la espiritualidad y la física cuántica. Igual es pecado y me tengo que autoflagelar por haber buscado ese alivio televisivo durante los años de la hégira ZP (la serie se estrenó en 2004). O por ser fan de Tolkien y coleccionar muñequitos. Hijo del baby-boom de los 60, me he dejado seducir por los cómics de Marvel, las maquinitas (y su evolución, las consolas), la ciencia ficción y la fantasía épica. Y, para colmo, por “Lost”. En fin, nadie es perfecto.
Para lograr su objetivo, los guionistas exploraron nuevas técnicas narrativas que dieron lugar a piezas maestras como “La constante” (quinto episodio de la cuarta temporada); también crearon unos personajes inolvidables que ya son como de la familia. Así que su reencuentro en el último capítulo fue emocionante. “Este es el lugar que levantásteis entre todos para poder encontraros, porque la parte más importante de tu vida fue la que viviste con estas personas”, le dice Christian a su hijo Jack. “Por eso estáis aquí. Nadie muere solo, Jack. Les necesitabas a todos y ellos te necesitaban a ti”.
-¿Para qué?
-Para recordar... y dejar atrás.
Lo siento por los despechados, pero el final de “Perdidos”, con cada personaje al lado de su “constante”, fue fiel al prestigio del producto.
Lo importante es el viaje y no tanto la luz. Menuda matraca con los misterios sin resolver. ¿Alguien pensaba que J. J. Abrams, Damon Lindelof y Carlton Cuse iban a salir airosos de todos los charcos donde se habían metido? Renuncio a saber qué pintaban los osos polares en la isla. Puedo vivir con ello. Cada respuesta a una pregunta lleva a una nueva pregunta y, no sé vosotros, pero yo tengo fecha de caducidad. Mi primera conclusión, a bote pronto, fue que los tipos murieron en el accidente aéreo y que la isla es una especie de purgatorio (algo que los creadores de la serie negaron siempre) al que fueron conducidos por Jacob porque la vida de todos ellos era solitaria y miserable; pero hay gente más estudiosa que yo que plantea que lo ocurrido en ese misterioso escenario fue auténtico, y que la realidad alternativa (flash-sideways) o línea X es un limbo, el punto de reunión de los perdidos después de su largo proceso de redención. Es plausible. Si alguien desea abundar sobre esta teoría, que lea este curradísimo blog. Yo seguiré picoteando en internet de vez en cuando y comentando las jugadas con mi gente. Revisitaré a Jack, Kate, Sawyer, Locke, Desmond, Hugo y los demás cuando me apetezca. Y recordaré el viaje siempre aunque me falte la iluminación de las respuestas.

Versión extendida y mejorada, en FronteraD.

Otra lectura interesante, aquí.

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