22 julio 2008

VEINTE AÑOS, DIEZ CITAS CON EL BOSS






















El baúl de mi memoria almacena muchas imágenes de aquel mítico concierto del 2 de agosto de 1988 en el Calderón, el calor, las camisetas sin mangas, el pañuelo rojo en la cabeza, el calimocho reforzado con whisky, el rostro desencajado de J. A. al sonar la armónica en "The river", el pedo tristón de P. porque la chica que le gustaba pasaba de él... pero si tengo que elegir una me quedo con Bruce dando volteretas en el escenario después de casi cuatro horas de rock sin compasión. Mis amigos y yo estábamos agotados y afónicos, y él seguía cabalgando a lomos de la adrenalina. Veinte años después aún se permite echar alguna carrera por el escenario y deslizarse de rodillas como Fernando Torres cuando marca un gol. El Boss es casi sexagenario, pero conserva el mismo gesto de felicidad que tenía en nuestro primer encuentro (es extraño, por más que te acompañen 50.000 ó 75.000 personas en un estadio parece que el tipo toca sólo para ti), esa vitalidad contagiosa de alguien que ensaya en el garaje con sus colegas de toda la vida, con Stevie, Nils, Danny, Roy, Garry, Max, Big Man... y con su novia, Patti. Supe entonces que era el más grande, y diez citas después aún lo creo. Circula por ahí la leyenda de que da lo mejor de sí mismo en Barcelona, que tiene una vinculación especial con esa ciudad; para los catalanes la perra gorda. La verdad es que le he visto tres veces allí y siete en Madrid y todos han sido conciertos memorables, pero ninguno a la altura de aquel de hace veinte años menos dos semanas, quizás porque éramos más jóvenes, porque tuvo el sabor incomparable de la primera vez, porque tocó lo mejor de sus cuatro discos eternos ("Born to run", "Darkness on the edge of town", "The river" y "Born in the USA") y porque empezó de día y acabó de noche. Pongo en segundo lugar el del sábado pasado en BCN, quizás porque somos más viejos y seguimos vivos (la segunda generación ya baila en los recitales sobre los hombros de sus padres), porque tuvo el sabor melancólico de la última vez (al menos con la E Street Band, ojalá me equivoque), porque arrancó con "No surrender" y atacó himnos como "Backstreets" y "Jungleland", porque se dejó sobar por la gente como nunca y porque nos presentó a su familia en el escenario mientras interpretaba "Twist and shout". Rockero y padre en la vida, como le gusta decir a Manuel de la Fuente, bloguero musical en ABC (no confundir con Manel Fuentes, el bobo que se arroga el descubrimiento de Springsteen). Sólo eché de menos a los que me acompañaron en el Calderón, aunque tuve otra compañía y, además, la oportunidad de iniciar a mi hermano en la "religión verdadera".

Arriba, Bruce y Patti en el concierto del Calderón del 2 de agosto de 1988 (la foto, de Asia Martín, fue portada de ABC), y Bruce y Clarence "Big Man" Clemons en el Bernabéu el 17 de julio de 2008. Bajo estas líneas, la entrada del concierto de hace veinte años.

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