08 julio 2008
LOS VIEJOS ROCKEROS NUNCA MUEREN
La gente iba de romería. Padres con lebreles somnolientos, pijos, porretas, poperos, rockeros y demás fauna festivalera haciendo colas kilométricas para pillar una pizza, una hamburguesa o una birra de baja graduación (en las carpas vip, en cambio, sí había alcohol de verdad, pero es que no es lo mismo un borracho con pedigrí que uno arrastrado, cosas de la vida). Césped artificial y tirolina gigante para que la peña pasara aullando frente al escenario, lo que quitaba seriedad al asunto. Poco éxito de las tiendas de merchandising oficial. El que más y el que menos esperaba a Amy Winehouse. Es lo más cool del momento, aunque muchos de los entrevistados probablemente no sepan de ella más que la tonadilla de "Rehab" y su lista de incidentes. Amy da pena, sobre todo porque tiene un talento inmenso. Acabará como una piltrafa si no cambia el "no, no, no" por el "yes, yes, yes". Tras el insoportable Alejandro Sanz llegó The Police. El apolíneo Sting se ha dejado barba (craso error) y parece un abuelete. Sus compinches no le van a la zaga. Pero joder, qué caña. Apoteósico concierto. Me siento como un goloso impenitente al que le han privado de chocolate durante 25 años y ahora le invitan a la fábrica de Willy Wonka. Cuatro citas en menos de un año. A mi lado había dos niñas que no habían nacido cuando estos tipos decidieron separarse. Flipaban. Alrededor, 80.000 almas, según la prensa. Tal vez vi a los viejos policías por última vez en Rock in Rio. O tal vez no.
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