09 febrero 2007
COMPRA KELME
Esto no es un banner publicitario (ojalá, pero "Pueblo de ballenas" es un blog modestísimo). Sin embargo, después de que Kelme haya retirado su patrocinio a Oleguer, que defiende al asesino en serie De Juana Chaos y ataca al Estado de Derecho, es lo menos que puedo hacer. "Contratamos a deportistas, no a políticos", señalan en la empresa alicantina. Alguien dirá: el jugador del F. C. Barcelona tiene derecho a opinar lo que quiera. La sagrada libertad de expresión.
Cierto. Y Kelme. Y yo.
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2 comentarios:
Eso, eso, zapatero a tus zapatos. Vamos a crear un país donde los futbolistas sólo peguen patadas al balón porque si opinan de política se enfadan los vendedores de zapatillas, donde los arquitectos exclusivamente diseñen edificios porque si hablan de fútbol se ofenden los fabricantes de ladrillos, donde los médicos curen únicamente enfermos porque si disertan sobre la vida o la muerte dignas los curas pueden excomulgarles... Excepto, por supuesto, esa raza de orden superior de parias intocables, que son los periodistas, que tienen patente de corso para condenar a futbolistas nacionalistas, pirados terroristas, tonadilleras enamoradas, princesas y hermanas de princesas abatidas, famosas encoñadas de polacos superdotados ...
Riddleman
Ni lo uno ni lo otro.
Evidentemente, nuestra Constitución, esa que alguno está empeñado en convertir en papel del váter, defiende, y a mí me parece de fábula, la libertad de expresión.
Así que el señor Oleguer (¿se escribe así?) puede decir públicamente, de viva voz o por escrito, lo que le dé la gana, siempre que no haga apología, que es delito.
Además de libertad de expresión, y aunque esto no lo recoge la Constitución, en este país nuestro también existe, por fortuna, la libertad de inversión. Así que Kelme gasta su dinerín donde le dé la real gana, en Oleguer o en el Alcoyano, siempre que no lo destruya (el dinero, no el Alcoyano), que también es delito.
Luego, aparte de la Constitución, está una cosa no escrita que se llama vergüenza. Y en ese apartado, Oleguer no la tiene, y Kelme sí.
Y también está la demagogia. Elliot Ness no la practica, y Riddleman sí... pero, como en el caso de Oleguer y de Kelme, cada uno, siempre que no sea delito, hace (dice) lo que le da la gana...
Ah, por cierto, los periodistas no son ni parias ni intocables. Pero claro, es más fácil matar al mensajero que al exhibicionista. O al demagogo.
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