Noche de humo y de recuerdos en Clamores, lugar de bohemia, juglaría y trova, garito subterráneo entre Chamberí y Malasaña que sobrevive a la posmodernidad. Allí no cabe nadie: a los parroquianos de todos los días, algunos veteranísimos que bajan con esfuerzo por la estrecha escalera, se les ha unido una nutrida legión de amigos y admiradores de Antonio Vega que navegan entre varias generaciones. Se presenta el libro “Mis cuatro estaciones” (Editorial Lunwerg), de Juan Bosco, resultado de largas horas de charla entre el músico y el escritor con una grabadora como testigo, una obra no oportunista, sino premeditada, que Antonio quiso leer pero se quedó en puertas, porque se marchó el pasado 12 de mayo. Conversaciones, pero también fotos inéditas, letras, poemas, manuscritos, dibujos... una parte del Antonio Vega íntimo.
Sobre el escenario de Clamores se revelan un puñado de secretos. Carlos, hermano de Antonio, señala que algunas de las opiniones que recoge el libro se grabaron cuando el autor de “Chica de ayer” y su primo, Nacho García Vega, el otro líder de Nacha Pop, no atravesaban por su mejor momento. “Antonio habría querido corregir eso, porque me dijo que ambos habían recuperado la relación de cariño y respeto”. Nadie lo duda después de haberlos visto juntos en la gira 80-08 Reiniciando, cuando el vitalista Nacho mimaba al melancólico Antonio, y viceversa, mientras tocaban las canciones de ayer. Juan Bosco lleva unos papeles a modo de guión para que la emoción no le haga trastabillar. Más allá del músico talentoso recuerda a una persona ocurrente y cariñosa, y se queda con esas pequeñas cosas, a veces aparentemente absurdas, que cimentan una amistad. “Una vez vi que se había hecho un montón de cortes afeitándose y le dije: Qué, ¿hilando fino? Y él me contestó: No, Hilario Pino”.
Allí está también un personaje clave en esta historia: Basilio Martí. En el prólogo del libro cuenta cómo conoció a ese “maestro del caos” que era capaz de “ordenar con tanta magia sus canciones, los acordes, las palabras perfectas que escribía”. Un jovencísimo Basilio, que trabajaba como becario en las sección de Sucesos de ABC y ya hacía sus pinitos en la música, fue al Penta (mítico local citado en “Chica de ayer”: “Luego por la noche al Penta a escuchar canciones que consiguen que te pueda amar”) a la presentación informal de “No me iré mañana”, el primer disco en solitario de Antonio. “Buscaba banda para su gira. Nacho Béjar me sugirió comentárselo a Antonio. Me acerqué a él y le felicité de corazón por el trabajo que había hecho en su disco. “Oye, he oído que buscas un teclista para tu gira, yo soy nuevo en esto, pero, ¿por qué no me haces una prueba?”, le dije. Sin mirarme con demasiado interés me contestó: “¿Prueba? ¿Para qué. ¡Manolo! (su mánager) toma los datos de este chico, que va a ser mi teclista”. Y hasta ahora. Hasta siempre.
Porque Juan Bosco cree que “esto no va a empezar el día que Antonio nació, ni terminará el día de su muerte, porque sospecho que nada empieza cuando uno nace ni termina cuando fallece”. Suenan tras los discursos los temas irrenunciables de ese juglar sin estación término y el humo y los recuerdos se espesan más en Clamores.
(Crónica que nunca se publicó donde debió publicarse. Por suerte tengo el blog para aprovecharla).
Letra de "El sitio de mi recreo".
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