17 noviembre 2009

DE ARRAYANES Y SOLEDADES

Dicen que Walt Disney se inspiró en este bosque color canela para su “Bambi”, aunque no hay ciervos por aquí. Lo cierto es que estos árboles de lento crecimiento y fina corteza dorada con manchas blancas, que lanzan sus retorcidas ramas para atrapar al visitante, remiten a un mundo más antiguo, cuando la naturaleza imponía su ley y no existían esas cómodas pasarelas construidas por el hombre. Sorprendería menos ver un dinosaurio que un cervatillo por aquí. El Parque Nacional Los Arrayanes está situado en la península de Quetrihué, en la ribera norte del lago Nahuel Huapi, y puede accederse a él en barco o a pie desde Villa La Angostura (hay un sendero de unos doce kilómetros que puede recorrerse en bicicleta). También parten hacia allí catamaranes desde Puerto Pañuelo, junto al Llao Llao, uno de los mejores hoteles de Argentina, histórico establecimiento con aspecto de parador de montaña y asomado a un paisaje lacustre que quita el hipo; la excursión suele incluir una visita a la isla Victoria, un plácido y solitario lugar para quedarse un par de días o, directamente, vivir de la prejubilación en su maravillosa hostería asomada al acantilado.

Desde Villa La Angostura hasta San Martín de los Andes, por la bellísima Ruta de los Siete Lagos, la primavera anda revuelta y pinta de blanco el paisaje. Los 110 kilómetros del camino pueden cubrirse en hora y media, pero quién se resiste a las tentaciones que surgen después de cada curva, a los bosques de ñires, coihues y araucarias, a los ríos, a los lagos de nombres tan sugerentes como Hermoso o Espejo. A perder horas (o días) en Villa Traful. San Martín es un remanso de paz donde practicar deportes (de verano y de invierno) y comer chocolate, actividades que no tienen por qué ser incompatibles. El regreso a San Carlos de Bariloche puede hacerse por un tramo de la mítica Ruta 40, la carretera más solitaria de Argentina, una arteria recta e interminable que discurre paralela a los Andes a lo largo de casi 5.000 kilómetros y une once provincias, incluyendo varias de la vasta Patagonia. En algunas zonas el asfalto se transforma en ripio (gravilla). De cuando en cuando, alguna estancia ovina y aldeas sacudidas por el viento nos recuerdan que hay seres humanos en el planeta. La Ruta 40 podría ser una metáfora del valle de lágrimas de este mundo y provocar que el melancólico viera a todos sus fantasmas haciendo auto-stop, pero a veces la introspección no es mala compañía y la carretera se adentra en lugares como el Valle Encantado, con sus pináculos volcánicos apagando la monotonía.

Fotos: Mike Muddy. Bosque de Arrayanes (arriba) y el Valle Encantado, en la Ruta 40 (abajo).
(Publicado en el blog de ABC Viajar).

2 comentarios:

Vero dijo...

Tengo muchas ganas de poder hacer un viaje así. Especialmente de poder ir a Villa la Angostura. Alguna sugerencia en especial para saber que epoca del año me conviene viajar (dentro de lo q es temporada baja... si conviene mas epoca de calor o de frio?)

Mike Muddy dijo...

Yo estuve en la primavera austral (finales de noviembre) y nos hizo un tiempo un poco revuelto, incluso con nieve, aunque el paisaje estaba precioso. Supongo que el otoño tiene que ser una estación muy interesante.