16 julio 2006

TERRORISMO SIN APELLIDOS

En este partido no voy con Israel, pero tampoco con Hezbolá. Creo, como dice hoy el sacerdote y escritor Luis de Lezama en ABC, que en el pueblo judío hay una búsqueda de Dios por encima de la violencia de sus gobernantes. Y quiero creer que el Islam es mucho más que la guerra santa y los crueles castigos de la sharía. Me estomaga la reacción de nuestro iluminado doméstico. El disco rallado de Zapatero, “alianza de las civilizaciones blues”, leña al judío, vinculación de esta crisis con la guerra de Irak, ni una mención a Hamás y Hezbolá, ni un requerimiento a Siria o Irán para que paren la crisis. Israel mata mujeres y niños en el Líbano. El único color en ese secarral lleno de escombros es el rojo del fuego y de la sangre. Ahmadineyad, que primero dijo que el holocausto era una leyenda urbana de la historia, ahora pretende acabar el trabajo de los nazis. Y desea la bomba atómica. Un polvorín lleno de matices. Pero nadie se detiene a estudiarlos: los misiles viajan más deprisa. No hay terrorismo bueno ni terrorismo malo. Ni en Oriente Medio ni en casa.

13 julio 2006

MÁS ECOS DEL CABEZAZO

Zidane: "Lo siento por los educadores y los niños. Es un gesto que no se debe hacer, lo digo fuerte y claro. Pero no puedo lamentarlo. Materazzi dijo cosas muy duras sobre mi madre y mi hermana. Yo soy un hombre. Hubiera preferido recibir un puñetazo antes que escuchar eso".
El culebrón continúa. Los columnistas no han resistido la tentación (Maruja Torres y Darío Valcárcel, entre otros).
Más titulares:
Los internautas creen que la FIFA no debe quitarle el Balón de Oro a Zidane.
Materazzi niega las acusaciones: "No sabía que su madre está enferma, yo perdí a la mía a los 15 años y aún me emociono cuando hablo de ella".
Maradona: "A Zidane se le salió la cadena. Eso le puede pasar a un chico de 21 años, pero no a él. ¿Qué te pueden decir para que reacciones así?, ¿que volaste las Torres Gemelas?
Y el juego de moda (ver aquí).

12 julio 2006

RESACA MUNDIALISTA

¡Qué huérfanos nos quedamos después del pitido final! Los culebrones domésticos son, por ahora, tan poco satisfactorios -la reinvención del Madrid, la recarga de ilusión del Atleti, el no fichaje de Eufemiano por el Barça- que nos quedamos apurando los posos de Alemania 2006, el insulto de Materazzi a Zidane, el viaje al lado oscuro de la fuerza, el cabezazo de la perdición, el papel del cuarto árbitro -Medina Cantalejo- en la expulsión, la investigación de la FIFA sobre el suceso, la posibilidad de que Zizou sea desposeído del Balón de Oro que premia al mejor jugador del Mundial, el perdón de los aficionados franceses a su ídolo... El fútbol como cardumen del que se alimentan la prensa, las tertulias de bar y los “coffee breaks” y “pitillo breaks” de la oficina.
Antes, julio era el Tour. Qué pena.

10 julio 2006

LA (IN)JUSTICIA DEL FÚTBOL

Quien a estas alturas crea en la justicia del fútbol es un iluso o un ignorante. En una liga de ocho meses gana el mejor; en un torneo de cuatro semanas, no necesariamente. Dejando al margen la suerte -aquí no hay sólo una red que, como en la película "Match point", de Woody Allen, permite que tu bola pase o no, es decir, que decide tu destino, sino seis palos en dos porterías, 23 pares de piernas (contando las del árbitro) y un balón que, a veces, parece tener vida propia-, existe tal profusión de detalles y decisiones que es muy complicado aplicar el factor corrector de la justicia. El mejor jugador del Mundial y de la última década echó un borrón impresentable -no me cabe la menor duda que insultado gravemente por Materazzi, ese defensa con pinta de matón de Don Corleone- y frenó de golpe el arreón final de su equipo, que fue superior a Italia y, sin embargo, acabó probando de su propia medicina. Zidane no fue fiel a sus compañeros, pero sobre todo no lo fue a su prestigio. Su despedida será recordada por ese cabezazo al rival por culpa de un arrebato estúpido, lo cual nos lleva de nuevo a la injusticia del fútbol.
Italia atardeció ayer con su peor cara, la mezquina y ventajista, y ha amanecido hoy tetracampeona del mundo. Los más puristas podrán lamentarse hasta el infinito -"el triunfo de la nada", dice Segurola en El País-, pero después de un mes de ecuaciones se despejó la incógnita, y es inamovible. Así es el fútbol. Pienso con envidia en los italianos de mi quinta que ya han visto dos triunfos de su selección.
La historia continúa en Suráfrica 2010.

07 julio 2006

ESPERANDO AL PAPA...
















Además, son lectoras de ABC (o necesitaban un sombrero).

...Y NO ESPERÁNDOLO.
















Benedicto no os lo tendrá en cuenta, chatas.

LA RENDICIÓN DE ESPAÑA (UNA SONRISA PARA DESDRAMATIZAR)

LA FOTO

“Se lo tengo dicho a Patxi y a Zapatero, con mi hijo no se juega, y no me callaré”. Pilar Ruiz, madre de Joseba Pagazaurtundua -un socialista defensor de la libertad en el País Vasco-, derramó su dolor e indignación en la puerta del hotel Amara Plaza, de San Sebastián, donde representantes del PSE estaban reunidos con los proetarras, mirándoles a los ojos, según versión oficial, para ver si se hacen buenos. En realidad, llevan hablando desde hace años, lo hacían cuando Joseba fue asesinado en 2003. Lo dijo Otegi, refiriéndose al encuentro de ayer: “Una gran foto”. El triste de Patxi, el congelador de sangre, frente al nuevo héroe local, flanqueado por dos tarados de su misma cuadra. Aunque la foto, para mí, fue la de esa anciana desgarrada por la traición.

05 julio 2006

¡VIVA EL FÚTBOL!

Quedarse de rodríguez en pleno Mundial de Fútbol es una experiencia mística. Ni un ruido de niñas en casa, ni la mujer compitiendo por el mando a distancia, ni llamadas telefónicas inoportunas. La tele, la cervecita, y tú. Y si encima te regalan un monumento como el de ayer, en fin, para qué queremos más. Alemania e Italia disputaron el mejor choque no del campeonato, sino de muchos campeonatos. Un partidazo tremendo que explica por qué el fútbol es bastante más que un juego de veintidós tipos en pantalón corto persiguiendo un balón (una de las definiciones más queridas por sus detractores), por qué es capaz de congregar frente al televisor a cincuenta millones de alemanes e italianos y a cientos de millones de aficionados de todo el mundo. Nada se le puede comparar.
En efecto, el fútbol es un deporte en el que juegan once contra once y siempre gana Alemania... salvo cuando se enfrenta a Italia en la Copa del Mundo. Alemania siempre me ha parecido un tostón insufrible, pero en este Mundial ha iniciado un plausible proceso de regeneración. No ha ganado porque no da más de sí, pero nadie podrá negar la fuerza e ilusión que derrocharon sus jugadores. A los italianos... no sé si odiarlos o amarlos. Acostumbrados a vivir en el exceso, a sacar lo mejor de sí mismos cuando caminan por el filo de la navaja, su propuesta no conoce medias tintas: o es miserable, o es eminente. La de ayer fue una obra de arte esculpida con tesón, paciencia y talento. La actitud y el juego de los Buffon, Zambrotta, Cannavaro, Grosso, Gattuso, Pirlo y Totti me recordó mucho a los de Zoff, Scirea, Tardelli, Conti y Rossi de España 82. Unos y otros me emocionaron. Hace veinticuatro años el fútbol italiano estaba inmerso en un escándalo parecido al de ahora, juego sucio, amaño de partidos... Paolo Rossi estuvo marginado dos años por un caso de apuestas fraudulentas que casi lo deja fuera del Mundial. ¿Coincidencias? Desde México 70, Italia juega una final cada doce años. Pierde, gana, pierde... ¿gana?
La solución, el domingo. Hoy, Francia-Portugal. Sigo de rodríguez.

04 julio 2006

EL CICLISMO EN RUINAS

Éramos pocos, y Valverde se partió la clavícula. El Tour se quedó definitivamente huérfano de héroes, aunque la mayoría se marchó con algo más que un hueso roto. Ullrich, Basso, Vinokourov, Mancebo... ¿un atajo de tramposos? ¿Y los que les precedieron? ¿Y los que no son clientes de Eufemiano Fuentes pero sí de otros “brujos” de la medicina deportiva y aún no les han pillado? ¿Desde cuándo no hay un campeón limpio? Para los que amamos este deporte el drama no tiene precedentes. Los héroes eran villanos. Y, para colmo, Valverde hizo el afilador y estampó sus sueños contra el asfalto.
Más sobre el asunto, aquí.

02 julio 2006

LOS MALABARISTAS DE ANUNCIO Y EL MARISCAL DE CAMPO

En los sucesivos mundiales y eurocopas de mi vida, con España eliminada a las primeras de cambio, no me ha quedado otra que alinearme con alguno de los supervivientes. En España 82 iba con la maravillosa Brasil de Sócrates, Falcao y Zico; por desgracia, aquella aventura duró poco: en un partido para la videoteca, Brasil cayó a manos de Italia, que se hizo con el título. Sin embargo, no he olvidado el último equipo que, de verdad, practicó el “jogo bonito”, y ocupa un lugar de privilegio en el sitio de mi mitología. No vi jugar a Pelé, Gerson y Rivelinho, así que mi admiración por Brasil nace en 1982. Y probablemente muere también ahí. Desde entonces, los resultados de la canarinha han estado por encima de su prestigio; ha ganado dos mundiales, pero no ha vuelto a enamorar. La selección que se presentó en Alemania con la vitola de favorita indiscutible dio ayer un petardazo espectacular. Resultó que sus jugadores de relumbrón se encontraron con un partido de verdad, no con un anuncio publicitario. “La herencia de Pelé, Gerson, Tostao y Rivelinho no consiste en la banalidad malabarista o en la voluntad de convertir en genial cualquier jugada en cualquier lugar del campo”, escribe Santiago Segurola en El País. “Los viejos maestros eran magos del fútbol porque sabían jugarlo como nadie. O como lo hicieron ayer Vieira y Zidane”. El fracaso del modelo resultadista apoyado en chispazos de ingenio de los brasileños contrasta con la “magia con precisión” francesa. Me duele reconocerlo, porque nos echaron del Mundial y porque, qué coño, son gabachos, pero qué ejercicio impecable se marcaron estos tipos. Qué concentración, qué fuerza, qué paciencia, qué fe en sus posibilidades... y, sobre todo, qué exhibición del mariscal Zidane, el auténtico sucesor de sí mismo, que domestica el balón, que hace sombreros a Ronaldo y hace llorar a Raica, que da pases que son medio gol, que domina el tempo del partido, que sonríe como nunca se le ha visto sonreír, sobre todo tras el pitido final, cuando se despide de sus amigos y conocidos del equipo rival. Con un matiz: los que se van son ellos. El que se queda, es él.