02 abril 2012

LA LEYENDA DEL SANTO PECADOR

Aprendiz de todo y maestro de nada, como le gustaba definirse, Juan Gómez Juanito rompió moldes en el Real Madrid, club en el que la calidad futbolística debía ir grapada a un comportamiento intachable. Así lo mandaba el gran patrón. Es posible que Santiago Bernabéu sopesara las dos almas del jugador malagueño, la caballerosa y la arrabalera, antes de pagar al Burgos los 27 millones de pesetas de su fichaje (poco más de 162.000 euros) a mediados de la década de 1970. Sin duda acabó por convencerle su compromiso inquebrantable con el proyecto.

Nacido en Fuengirola en 1954, se formó en un club de su tierra, el CD Los Boliches, hasta que en 1969 lo fichó el Atlético de Madrid. Fue subiendo peldaños en las categorías inferiores y debutó con el primer equipo en la temporada 1972-73 en un partido amistoso contra el Benfica, donde se lesionó de gravedad. Fin de su trayectoria como rojiblanco. Recaló en el Burgos, con el que logró el ascenso a Primera en 1976. El modesto club castellano se subió a las barbas de algunos grandes, mantuvo la categoría y Juanito no desaprovechó el escaparate. Ganó el premio al mejor jugador del año otorgado por la revista Don Balón. El Barcelona y el Atlético lo tentaron, pero finalmente don Santiago se llevó el gato al agua.

El Madrid siempre se ha surtido del aluvión, como la propia ciudad que nunca pregunta filiaciones, pero ha presumido de denominación de origen: un sentido del deber refractario a la rendición. Juanito encajaba en el tópico. Por eso, tras perder su equipo 2-0 con el Inter de Milán en el partido de ida de las semifinales de la Copa de la UEFA, se acercó a Graziano Bini, defensa rival, y le espetó en un italiano macarrónico: «Noventa minuti en el Bernabéu son molto longo» (realmente lo fueron: en el partido de vuelta los blancos ganaron por 3-0). Por eso aún se le recuerda en Chamartín veinte años después de su muerte en accidente de tráfico. El minuto 7 de cada partido está reservado a «illa, illa, illa, Juanito maravilla».

De los 70 a los 80
Pero es que, además, era un extremo rápido, eléctrico, un correcaminos de la banda muy del gusto del respetable, y combinó bien con las plantillas de las que formó parte en su década de servicios prestados: el Madrid de los Pirri, Camacho, Benito, San José, Del Bosque, Stielike y Santillana, y el de la Quinta del Buitre. Ganó 5 Ligas, 2 Copas y 2 Copas de la UEFA, y se quedó a las puertas del premio gordo en 1981, cuando su equipo perdió la final de la Copa de Europa ante el Liverpool.

Durante esos años surtió de balones a la cabeza privilegiada de Santillana, otro viajero intergeneracional, socio pero no alma gemela. Santillana era el novio que todas las madres quisieran para sus hijas. Guapo y formal. Marcaba goles y no fanfarroneaba. Juanito era un truhán simpático y provocador. Toreaba vaquillas y luego mostraba el vídeo a sus compañeros; se corría juergas nocturnas y escupía a la cara a excompañeros (Stielike, cuando jugaba en el Neuchatel suizo).

A veces la tomaban con él, claro. En el partido que la selección española disputó en Belgrado frente a Yugoslavia el 30 de noviembre de 1977, clasificatorio para el Mundial de Argentina, hicieron blanco en su cabeza con una botella. Un par de segundos antes, al ser sustituido, había provocado a la grada, llena de soldados vociferantes del régimen de Tito, haciendo gestos ostensibles con el pulgar hacia abajo. España ganaba 0-1, gol de Rubén Cano con la espinilla, resultado que finalmente selló nuestro pasaporte a la fase final. «Expresé lo que sentía. Obré mal. Afortunadamente, el botellazo me lo llevé yo, y en paz». A Juanito se le iba la pinza, pero después pedía perdón sin los circunloquios tan de moda hoy en día.

Así lo hizo después de su gran borrón, el pisotón a Matthäus que le expulsó de las competiciones europeas para siempre y acabó con su carrera en el Madrid. Ocurrió el 8 de abril de 1987, en la ida de las semifinales de la Copa de Europa. El Bayern de Múnich goleaba a los blancos 4-1 y apareció «el pronto de dos segundos que me pierde. Fue un comportamiento irracional». Y la gota que colmó el vaso.

Jugó en el Málaga antes de colgar las botas en Los Boliches, cerrando el círculo. Siendo entrenador del Mérida viajó a la capital para asistir a un Real Madrid-Torino de la Copa de la UEFA; el partido suponía el regreso al Bernabéu de su gran amigo Martín Vázquez, que militaba en el equipo italiano. Al volver a Mérida, Juanito sufrió un accidente de tráfico mortal en Calzada de Oropesa, Toledo. Era el 2 de abril de 1992. Tenía 37 años.

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