22 febrero 2011

LA MANCHA INUNDADA

El agua hace meses que apagó los incendios de las turberas y ahora anega incluso los observatorios de aves del Parque Nacional de las Tablas de Daimiel, que corrió peligro de ser descatalogado en otoño de 2009. Los ecologistas dicen que es un espejismo y que si no se acaba con los pozos ilegales que chupan del acuífero la situación volverá a ser dramática. Por si tuvieran razón merece la pena acercarse estos días a ver este aguazal y el resto de las lagunas de La Mancha Húmeda.


18 febrero 2011

EL "EJEMPLO" BELGA

Algunas de las críticas más agrias a la absolución de Alberto Contador han llegado desde Bélgica. En el diario De Standaard, por ejemplo, el abogado especializado en derecho deportivo Johnny Maeschalck criticó el posicionamiento de políticos y jueces en favor de Contador, sobre todo el papel de Zapatero: "¿Imaginan a nuestro primer ministro haciendo unas declaraciones así?".
Bélgica, el país que ha batido un récord mundial: 250 días sin gobierno.

17 febrero 2011

CONTADOR Y LA OPINIÓN DE LOS INJUSTOS

La justicia no existe, solo existe la opinión de los injustos. No sé qué clásico dijo esto, pero me parece un buen comienzo para esta reflexión relacionada con el caso Contador y las reacciones que ha suscitado su absolución por la Federación Española de Ciclismo tras su positivo en un control realizado el pasado Tour de Francia. Muchas de esas reacciones han sido de trazo grueso, escandalizadas porque no se ha producido la crucifixión del ciclista en la plaza pública para expiar el imperdonable pecado de haber acreditado 0,00000000005 gramos por mililitro de clembuterol en su orina, una cantidad insignificante de este broncodilatador que, a decir de los científicos, no le hubiera servido ni para ajustarse las calas del pedal. ¡Ah, pero es que el reglamento dice que cada deportista es responsable de la presencia de cualquier sustancia prohibida en su cuerpo, aunque la dosis sea de “cero coma mil ceros... uno”! En fin, no voy a discutir el absurdo artículo 2.1.1. del Código Mundial Antidopaje, que seguro que cambiarán próximamente. El caso es que los abogados del corredor han encontrado la gatera por la que escapar “legalmente” de la sanción, al menos por ahora. Sea inocente o culpable, lo que es seguro es que Alberto Contador ha sido y es víctima de:

1. Los burócratas de la Unión Ciclista Internacional (UCI), con el impresentable Pat McQuaid al frente, que intentó tapar el caso y tuvo una actitud farisea más tarde, poniéndose de lado, retrasando el proceso, permitiendo que Contador recibiera estopa durante meses, dando por buena la primera propuesta federativa de un año de castigo... para concluir declarando: “Nada me sorprende viniendo de España”.

2. La Federación, que propuso media sanción para salir del paso, como si el corredor fuera “poco culpable”, y dos semanas después cambió de opinión.

3. Zapatero y su tweet. El presidente tuvo la ocurrencia de tomar partido y, de paso, armó de coartadas al resto de la humanidad.

4. La Justicia española, que ha lastrado la investigación de la Operación Puerto y de sus ramificaciones, contribuyendo a la mala fama de España en la lucha antidopaje.

5. Pedro Jota. Cogió la bandera de Contador y utilizó su grupo mediático para enarbolarla. Muy hábil. He conocido a varios periodistas que creen que la historia del mundo no se explica sin ellos. Pero que nadie se equivoque: la intención de Pedro Jota no era salvar al ciclista, sino utilizarlo para sus fines.

7. La prensa internacional, que ha dado con la clave de bóveda del éxito de los deportistas españoles: todos tramposos, todos a la hoguera. La realidad es que aquí no inventamos nada. Solo copiamos a los maestros holandeses, belgas, alemanes, italianos y franceses.

8. Individuos de su propio gremio, como Tom Boonen, doble positivo por cocaína, o Cyrille Guimard (cuántas cosas que esconder de la época en la que dirigía a Laurent Fignon), que ahora se rasgan las vestiduras.

9. Los trolls de la web. “Me avergüenzo de ser español”, leí el otro día en un foro.

Y todo esto por 0,00000000005.

La batalla no ha terminado. Es más, independientemente del camino jurídico que lleve el asunto no van a parar de arrastrar el nombre de Contador por el fango. Particularmente creo en su inocencia. Tal vez porque amo el ciclismo y ya no me quedan aristas donde agarrarme. Tal vez porque su pasaporte biológico es intachable y nadie es tan tonto para doparse con una cantidad de clembuterol que no da ni para ponerse el casco. Pero la mía no es más que la opinión de un injusto.

06 febrero 2011

EL INTRÉPIDO AVENTURERO ESPAÑOL

Planeta DeAgostini ha reeditado los cómics de Roberto Alcázar y Pedrín, la serie española de historietas creada en 1940 por el guionista y editor Juan Bautista, propietario de la Editorial Valenciana, y el dibujante Eduardo Vañó. En mi infancia yo fui más del Guerrero del Antifaz, del Capitán Trueno y, sobre todo, de los superhéroes de la Marvel, pero tuve algunos números de las andanzas del "intrépido aventurero español" y su ayudante, un chavalín rubio que no levantaba dos palmos del suelo pero que era de armas tomar (literalmente). Esos tebeos desaparecieron misteriosamente en un cambio de domicilio, aunque mis padres siempre han negado estar detrás del asunto. Con el tiempo los he ido recuperando poco a poco, pero claro, ya no son las ediciones originales.

Pues bien, ahora me he hecho con tres pequeños volúmenes que recogen aventuras de la primera época del periodista (no me acordaba de su profesión) y el golfillo adoptado. He leído en la Wiki que ésta es la historieta española más longeva, con un total de 1.219 cuadernos a lo largo de 35 años, hasta 1976. Al sumergirme más de tres décadas después en su lectura esperaba algo, digamos, entre cutre y entrañable, pero me he topado con relatos folletinescos de una violencia extrema, con una incorrección política que espantaría hoy a más de uno. Ahí está Roberto Alcázar, siempre impecable y repeinado, con el pitillo entre los dedos, repartiendo estopa a los villanos sin que le suba el pulso de sesenta. Pero el que me ha dejado estupefacto es el pendenciero Pedrín (¿qué tiene el mocoso, trece, catorce años?), siempre con una estaca a mano, o en su defecto un arma de fuego que su tutor le deja usar sin problemas, un mini galán que piropea a las mujeres y se interesa por las recompensas ("¿Me tocará a mí algo?"). Algunas perlas recogidas de la aventura de su debut, "Los piratas del aire": "Con tu pistola te haremos cantar". "Alto! ¡Si te mueves eres muerto!". "Te voy a agujerear la barriga". "Voy a matarte ahora mismo si no me dices dónde están mis amigos". En ese número, nuestro héroes acaban en la selva amazónica. Pedrín provoca un incendio y "las fieras huyen": tigres, leones, elefantes y osos. Sospecho que el guionista no estaba muy familiarizado con la fauna del lugar.

En la segunda entrega, "El barco embrujado", Pedrín brinda con vino y suelta expresiones del tipo "Rebesugo", "Yo quiero una pistola" o "¿Le suelto un estacazo?". En la Transición la serie fue objeto de una feroz crítica, ya que se la identificó con el franquismo. No quiero ni pensar lo que que pensarían los ideólogos del zapaterismo rampante si leyeran un volumen de estos. El crítico Pedro Porcel Torrens sostiene, en cambio, que "no existe una sola frase en los mil doscientos diecinueve episodios en los que quede patente la adhesión de los héroes al fascismo: no hay ultranacionalismo, ni afán totalitario, ni culto a las jerarquías, ni sumisión del individuo frente a las estructuras del estado. Si la imputación viene dada por el sistemático recurso a la violencia para la resolución de los problemas, debemos recordar que tal actitud nunca ha sido específicamente fascista y que aunque así se creyese es compartida por la totalidad de los héroes de papel del momento, tanto españoles como extranjeros". Lo que tengo claro es que no dejaré estos cómics a mis hijas, a pesar de que yo tenía la misma edad cuando los coleccionaba. Con qué paradojas nos castiga la edad...

EL ABUELO DE LAS CUMBRES

«Confirmado: El frío conserva». Carlos Soria, abulense, tapicero jubilado y alpinista hasta que le llegue la hora, sonríe al mirar un cartel promocional con su imagen y ese mensaje. Acaba de cumplir 72 años y parece que sí, que el frío conserva, y también la voluntad inquebrantable de ir superando metas casi sin ayuda. «En marzo me voy al Lhotse solo... bueno, con un sherpa de altura. Comparto el permiso para subir a la cumbre con otras expediciones». El Lhotse (8.516 metros), la cuarta montaña más alta del mundo, es un balcón con vistas al Everest. Si consigue poner el pie en su cima solo le quedarán tres ochomiles (Dhaulagiri, Kanchenjunga y Annapurna) para lograr el pleno en una edad imposible, pulverizando todos los récords de longevidad. Cuando empezó a coleccionar colosos (Nanga Parbat, 1990), Soria ya tenía medio siglo a sus espaldas. Si todo va bien, cuando concluya tendrá casi 75 años.

Todo empezó a mediados de la década de 1950, época neolítica para el alpinismo español, de tipos duros, románticos y sin apenas medios. «Éramos un país tercermundista en muchos sentidos, también en el deporte. Y ahora vivimos una edad de oro». Carlos trepaba en Gredos y en la Sierra de Guadarrama; a veces tiraba para el norte, para los Picos de Europa, los Pirineos y los Alpes. Un día, en El Tranco, en La Pedriza madrileña, conoció a la que sería su mujer, María Cristina, que le invitó a vino caliente. Juntos han recorrido muchas montañas. Ahora, con cuatro hijas —también aficionadas al alpinismo— y cuatro nietos, le anima a seguir. «Cuando está en casa mucho tiempo se pone insoportable», confiesa ella.

«Tengo 72 años y subo ochomiles... ¡pero no estoy loco! Seguiré hasta que me aguanten las fuerzas. No haré el ridículo ni me suicidaré, eso por descontado», añade Soria. «Los alpinistas transmitimos una imagen de tragedia o de heroicidad que no se corresponde con la realidad. No somos héroes ni nos gusta jugar con la muerte. Cuando se produce una desgracia es, en la mayoría de los casos, por negligencia, por no haber mirado a tiempo hacia abajo. La renuncia en la montaña supone a veces una victoria».

En 1968 participó en una expedición pionera al Monte Elbrus (5.642 metros), el techo de Europa, situado en el Cáucaso. Al mismo tiempo se producía la invasión soviética a Checoslovaquia. «Estuvimos tres días en Moscú. Nos trataron muy bien, quizás por el efecto de los niños que se exiliaron allí durante la Guerra Civil». Entonces no se le pasaba por la cabeza completar las Siete Cumbres, los picos más altos de cada continente. El año pasado, 42 años después del Elbrus, cerró el círculo con el Kilimanjaro.

Ahora quiere hacer lo propio con los ochomiles. Entrena a diario. Hace series en un cortafuegos que hay en el Telégrafo, un cerro que está junto a su casa, en Moralzarzal (Madrid). En unos días viaja a Noruega a escalar en hielo. «Mi interés ha sido más la dificultad técnica que coleccionar cumbres. Tomé esta decisión cuando hace tres años ascendí el Makalu de forma impecable. Me dije: ¿por qué no acabar el trabajo? Todo el mundo tiene derecho a disfrutar de esto, por eso no critico las expediciones comerciales, siempre que se hagan con rigor y sin mentiras. Reconozco que he usado oxígeno adicional en el Everest y el K2, pero acarreado por mí mismo. En estas aventuras he contado con poco apoyo y patrocinio», señala.

«La montaña no es solo la cumbre. Es el viaje, la gente que conoces, un amanecer. A veces disfruto más de un momento de respiro en una ladera, contemplando y fotografiando un paisaje único, que de la meta final».

—¿Y qué es lo primero que piensa cuando holla la cima de un ochomil?
—¡Que tengo que bajar de ahí cuando antes!

Foto: Ángel de Antonio. Carlos Soria posa en una dehesa de Moralzarzal.