Planeta DeAgostini ha reeditado los cómics de Roberto Alcázar y Pedrín, la serie española de historietas creada en 1940 por el guionista y editor Juan Bautista, propietario de la Editorial Valenciana, y el dibujante Eduardo Vañó. En mi infancia yo fui más del Guerrero del Antifaz, del Capitán Trueno y, sobre todo, de los superhéroes de la Marvel, pero tuve algunos números de las andanzas del "intrépido aventurero español" y su ayudante, un chavalín rubio que no levantaba dos palmos del suelo pero que era de armas tomar (literalmente). Esos tebeos desaparecieron misteriosamente en un cambio de domicilio, aunque mis padres siempre han negado estar detrás del asunto. Con el tiempo los he ido recuperando poco a poco, pero claro, ya no son las ediciones originales.
Pues bien, ahora me he hecho con tres pequeños volúmenes que recogen aventuras de la primera época del periodista (no me acordaba de su profesión) y el golfillo adoptado. He leído en la Wiki que ésta es la historieta española más longeva, con un total de 1.219 cuadernos a lo largo de 35 años, hasta 1976. Al sumergirme más de tres décadas después en su lectura esperaba algo, digamos, entre cutre y entrañable, pero me he topado con relatos folletinescos de una violencia extrema, con una incorrección política que espantaría hoy a más de uno. Ahí está Roberto Alcázar, siempre impecable y repeinado, con el pitillo entre los dedos, repartiendo estopa a los villanos sin que le suba el pulso de sesenta. Pero el que me ha dejado estupefacto es el pendenciero Pedrín (¿qué tiene el mocoso, trece, catorce años?), siempre con una estaca a mano, o en su defecto un arma de fuego que su tutor le deja usar sin problemas, un mini galán que piropea a las mujeres y se interesa por las recompensas ("¿Me tocará a mí algo?"). Algunas perlas recogidas de la aventura de su debut, "Los piratas del aire": "Con tu pistola te haremos cantar". "Alto! ¡Si te mueves eres muerto!". "Te voy a agujerear la barriga". "Voy a matarte ahora mismo si no me dices dónde están mis amigos". En ese número, nuestro héroes acaban en la selva amazónica. Pedrín provoca un incendio y "las fieras huyen": tigres, leones, elefantes y osos. Sospecho que el guionista no estaba muy familiarizado con la fauna del lugar.
En la segunda entrega, "El barco embrujado", Pedrín brinda con vino y suelta expresiones del tipo "Rebesugo", "Yo quiero una pistola" o "¿Le suelto un estacazo?". En la Transición la serie fue objeto de una feroz crítica, ya que se la identificó con el franquismo. No quiero ni pensar lo que que pensarían los ideólogos del zapaterismo rampante si leyeran un volumen de estos. El crítico Pedro Porcel Torrens sostiene, en cambio, que "no existe una sola frase en los mil doscientos diecinueve episodios en los que quede patente la adhesión de los héroes al fascismo: no hay ultranacionalismo, ni afán totalitario, ni culto a las jerarquías, ni sumisión del individuo frente a las estructuras del estado. Si la imputación viene dada por el sistemático recurso a la violencia para la resolución de los problemas, debemos recordar que tal actitud nunca ha sido específicamente fascista y que aunque así se creyese es compartida por la totalidad de los héroes de papel del momento, tanto españoles como extranjeros". Lo que tengo claro es que no dejaré estos cómics a mis hijas, a pesar de que yo tenía la misma edad cuando los coleccionaba. Con qué paradojas nos castiga la edad...
06 febrero 2011
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