
Éramos tan jóvenes que ABC estaba en Serrano. No había
deuvedés ni descargas de internet. Iban a reestrenar en los cines
"Alien", de Ridley Scott, mi película favorita de todos los tiempos, y tuve un atrevimiento. Me planté delante de él y le dije: "Toma, he escrito esta crítica. A lo mejor podrías publicarla". Mi interlocutor me examinó de arriba abajo con esa mirada miope tan peculiar. Ni siquiera se descojonó, y eso que estaba en todo su derecho. "Pero es que en ABC ya tenemos un crítico de cine", dijo. Cierto. Pedro Crespo en aquellos días. "Vale", le contesté. "Pero al menos échale un ojo". Mi intención, en realidad, no era empezar una carrera como crítico cinematográfico, aunque años después comentara en corrillos de pasillo que esa tarea y la de "experto en pymes" te blinda contra casi todo en esta profesión (qué equivocado estaba). No. Simplemente quería colocar un texto sobre una de esas cosas que metes en tu equipaje y te acompaña durante toda la vida. El caso es que el tipo bajito de pelo ingobernable no olvidó el asunto. Así que en 1991, ya en Juan Ignacio Luca de Tena, le propuso a Joaquín Vila, a la sazón subdirector de Información, que fuera un servidor a Huelva a hacer un reportaje sobre el rodaje de
"1492: La conquista del paraíso", de Ridley Scott, por supuesto (la regalamos el próximo domingo, así que... ¡no dejéis de comprar ABC!). La reacción de Vila fue preguntar: "¿Pero qué coño sabe Barroso de cine...?".
Creo que he leído cientos de críticas de Oti Rodríguez Marchante, además de un libro ("Dos para la tres"), aunque nunca le he considerado un crítico al uso. Los críticos se suelen situar por encima del bien y del mal; ensalzan, bostezan o se ensañan, sobre todo esto último, pero Oti estaría dispuesto a arrojar un flotador a "Los albóndigas en remojo", aunque, eso sí, untado de fina ironía ("Salí de ver "Lobezno" más o menos como entré", escribe en una de sus últimas entradas en el blog
"Una de piratas". "Espero no molestar a ningún mutante, superhéroe ni villano si incluyo este título entre mis cinco mil mejores películas"). Me parece más bien un
gourmet del cine, y por eso forma parte del club de entrañables frikis que se reúnen con Garci en la tele a las tantas de la noche para hablar de planos que sólo ven ellos... pero, coño, están ahí. Para mí ha sido un oráculo. Igual que el inolvidable Ángel Fernández-Santos, de El País, pero éste justo por lo contrario: peli que destripaba, peli que no me perdía. Recuerdo cuando Fernández-Santos se llevó un berrinche inenarrable cuando
"El Señor de los Anillos. El Retorno del Rey" ganó once Oscar. "A los amigos hay que quererlos por sus virtudes y por sus defectos", me dijo entonces Oti de su colega. No sé si la frase era suya o prestada, pero es tan buena que la he adoptado. Sí me consta que tiene el
copyright sobre éstas: "Al cine o se va solo, o se va acompañado, y no hay más maneras de ir". "Donde mejor se sueña es en el cine y donde mejor puede irse uno a soñar es al cine. Lo de dormir ya es otra cosa, y hay otros sitios". "Y esa es la idea: reunir el espíritu, la compañía, el momento y la película que han de convertir ese rito cotidiano de ir al cine en algo más digno, a la altura del suceso, que es al fin y al cabo un arte, aunque séptimo".
A Oti le han metido en la lista negra ("Quienes podían han decidido que un tipo como yo se estaba mereciendo un portazo en las narices") y estos días me acuerdo de tantas letras recorridas y tantos sueños en una sala oscura. Por no hablar de las parrafadas sobre el viejo Ridley. Ojalá alguien haga algo. Ojalá pudiera hacerlo yo... aunque fuera a costa de reconocer que aquella crítica de "Alien" era impublicable.