El ciclismo vive en un escandaloso estado de excepción: ante un tribunal, un individuo es culpable mientras no demuestre lo contrario.
Ese mismo tribunal se permite condenarlo a la pena máxima sin pruebas (y así lo reconoce y se queda tan ancho). No se traga el solomillo, pero propone un trágala al implicado y a la opinión pública: basándose en el principio de la responsabilidad objetiva, santo y seña del Código Mundial Antidopaje, por el que un deportista debe responder sobre cualquier sustancia aparecida en su cuerpo, rechaza la duda razonable que, en un tribunal ordinario, habría bastado para la absolución de Contador. Ayer unos compañeros que tuvieron la paciencia de leerse
los cien folios del fallo del TAS me comentaron que el documento era "impecable". ¿Qué hay de impecable en crujir al ciclista admitiendo que no han apreciado en él voluntariedad de doparse? ¿O en rechazar la hipótesis de la defensa y lanzar como argumento otra conjetura, la del suplemento alimenticio contaminado? Si no se comió esa barrita energética, o lo que sea, a sabiendas de que estaba en mal estado, ¿no es lo mismo que en el caso de la carne? Solo veo un motivo: dar satisfacción al sistema delirante que los talibanes de la UCI y la AMA han inventado para combatir el dopaje. Usted tenía clembuterol en su organismo. Sí, todo el mundo sabe que 50 picogramos no dan ni para ajustar las calas, pero lo tenía. Y me importa un bledo cómo llegó hasta allí. Así que dos años de sanción, pérdida del Tour y del Giro conquistados y gigantesca multa económica, porque los burócratas
(con el fariseo Pat McQuaid a la cabeza) tienen que seguir viviendo de momio.
Confieso mi falta de neutralidad. He sido amante del deporte (en especial del ciclismo) mucho antes que periodista deportivo. Pero hace tiempo que dejé de creer en los Reyes Magos. Sé de dónde viene el ciclismo y también
sospecho lo que ocultan todos los demás deportes, a los que se aplica una vara de medir bien distinta. Sin embargo, una cosa es la lucha antidopaje y otra es el paroxismo de los talibanes que viven de este cuento. Una sanción de estas características sería impensable en el fútbol. ¿Os imagináis que la FIFA o la UEFA enviaran dos años a su casa a Messi o Cristiano Ronaldo porque en un control antidopaje encontraran 50 picogramos de clembuterol? Afirmo que eso sería el fin de esos organismos supranacionales que se creen que están por encima del bien y del mal. Real Madrid, Barcelona, Manchester United, Milán, Bayern de Múnich y el resto de la clase nobiliaria del fútbol crearían su propio chiringuito. Adiós Blatter, Platini y compañía. El problema es que el ciclismo no tiene esa fuerza ni de lejos.
"La sanción a Alberto Contador era una muerte anunciada", dice en un brillante artículo en ABC Alberto Palomar, experto en Derecho Administrativo. "No porque su defensa no haya sido correcta, impecable, sino porque realmente nos hemos situado en un entorno de represión en el que la defensa es imposible" (texto completo,
aquí). Si por lavar los pecados recientes se acepta una condena sin pruebas, a ciegas, sin tener en cuenta la confluencia de ilegalidad y mejora de rendimiento, esa norma es un absoluto despropósito y hay que denunciarla. Ojalá el caso Contador sirva, al menos, para acabar con ella.
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