07 enero 2011

MUNDIAL INVERNAL

"El Comité Ejecutivo de la FIFA tiene el privilegio para cambiar cualquier cosa. Cuando juegas al fútbol debes proteger lo más importante en este deporte, los futbolistas". Joseph Blatter, presidente de la FIFA, pertenece a esa casta de elegidos que viven de gañote y se creen por encima de jefes de Estado y de Gobierno, a los que citan para examinar la solvencia de sus países. El cirujano ortopédico Jacques Rogge, presidente del COI, es otro de estos jetas de manual. Montan un circo engañabobos (lo de Madrid 2016 todavía me escuece, y del fiasco España-Portugal 2018 preferí no escribir en su día para no cocinarme más en mi propia rabia) para optar, al final, por el dinero fresco, venga de donde venga. Blatter y Rogge venderían a su madre. El jefe de la FIFA espera ahora que el Mundial de Qatar 2022 (Qatar, coinventor del fútbol como todo el mundo sabe) se celebre en invierno debido a que en verano las temperaturas alcanzan los 50 grados (¿no iban a poner aire acondicionado en los estadios?); se escuda en la salud de los jugadores, pero eso en el fondo le importa un bledo. Hipótesis orgásmica: un grupo de países con auténtica tradición en esto del balompié monta un Mundial paralelo en una sede decidida por sorteo, donde haga un calor razonable, y le deja a Blatter el "privilegio" de su campeonato invernal con Qatar, Arabia Saudí, Bahréin, Emiratos Árabes Unidos y Kuwait.

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