Andy Murray: "Puedo llorar como Federer, pero no puedo jugar como él".Dieciséis Grand Slam... y Rafa Nadal, su único antídoto fiable, lleva meses de lesión en lesión.
"EL CORAZÓN DE LOS HOMBRES A MENUDO NO ES TAN MALO COMO SUS ACTOS, Y RARA VEZ TAN MALO COMO SUS PALABRAS" (TOLKIEN)
La vida es muchas cosas, pero también es obscena. Digo esto por echarle la culpa a alguien, o a algo, porque hace tiempo que me harté de cargarle los muertos a un supuesto ser superior. En nuestro afán por atar cabos tiramos de los vicios, la genética, la probabilidad o lo que sea, aunque en realidad no tenemos ni puta idea de nada. La cuestión es que Fernando Rubio ya no está. La vida es un prestidigitador que nos enseña la carta con el rostro de un ser querido y, un segundo después, la hace desaparecer. Así de simple. Así de obsceno. El día de autos amanece resplandeciente y limpio, y en la ruta hacia el tanatorio podemos contemplar las cuatro torres de la Castellana y la sierra en lontananza, menos blanca de lo previsto después de tantos frentes siberianos. Alexis suelta una verdad de Perogrullo: "Fernando ya no podrá disfrutar de la nieve. Hay que joderse". Estas verdades simples son una espita para la rabia. Alexis está preocupado: alguien tiene que escribir el obituario en el periódico. Le digo que no faltarán letras y manos que las junten, y que el resultado será digno, aunque con un punto de falsedad: cuando una persona muere tan joven lo que dejó de hacer es, al menos, tan importante como lo que hizo.


Zapeando ayer acabé recalando en La Noria. No suelo pararme más de dos segundos en este programa de Tele 5 que incluye una tertulia pugilística que apesta a ideología, pero ayer tenían de invitado a Joaquín Leguina, que publica nuevo libro, “La luz crepuscular”, crónica sentimental de la dictadura y la transición con tintes autobiográficos, así que me quedé un rato. Leguina representa el lado sensato, culto y honesto de la izquierda española, en grave peligro de extinción por culpa del zapaterismo rampante y su patulea de incompetentes. Como el primer presidente de la Comunidad de Madrid se aparta de la línea oficial y es crítico con este PSOE de aplausos y silencios, María Antonia Iglesias, recuperada de un amago de infarto tras uno de esos acalorados debates, le acusó de “resentido” y de “bailar el agua a la derecha”. Leguina, al borde de los 70 tacos y de vuelta de casi todo, no perdió la compostura (acto heroico cuando María Antonia está enfrente) y contestó que ser de izquierdas no significa participar en un juego de la oca sectario. “Voy a fundar el partido antisectario y te voy a invitar a participar”, le dijo a la periodista de cámara, a la que revolcó (intelectualmente, se entiende) con una sonrisa en los labios.
Canal Lemaire, Península Antártica. Una zodiac zigzaguea entre témpanos y sus tripulantes se descojonan de una foca leopardo que les persigue. Un depredador de afilados dientes que puede alcanzar los 4 metros de longitud y los 600 kilos de peso. Hipótesis: con el cachondeo, la zodiac choca con un pedazo de hielo y vuelca. De repente se le borra la sonrisa al presentador, porque la foca no le permite ni siquiera esbozar el último chiste malo. No te saca de ahí ni Shackleton, Calleja, y entonces tus admiradores exclaman, tras el fundido en negro: joder, al final sí que era extremo el desafío. Pero el accidente no ocurre, gracias a Dios. Tampoco se hunde el velero “Australis” tras la tormenta perfecta en isla Decepción y el aventurero más divertido y dicharachero de la tele sobrevive al terrible paso de Drake y a la espinilla que le brota en la frente durante la excursión en la isla Livingstone y que muestra en primer plano (“Me ha salido un tercer ojo, je, je...”). Desconozco si al público le queda claro que el tipo está en la Antártida en vez de en el estanque del Retiro en pleno temporal; supongo que da lo mismo. En cambio, su careto se lo aprenden de memoria. Careto, careto y más careto. Unos amigos montañeros me cuentan que cuando Jesús Calleja era guía de una agencia de viajes ya ambicionaba la fama por encima de todo. El programa se emitió ayer en Cuatro con números discretos (6,7 % de share, 1.223.000 espectadores). Quizás si tratara con más respeto los lugares a dónde viaja y que convierte en irreconocibles con sus gracietas y su careto tapándolo todo la audiencia le abandonaría. Así son las cosas en la televisión. Al acabar el show Calleja me acordé de los exploradores de la era heroica, de Amundsen, Scott y el propio Shackleton, rememoré la epopeya del “Endurance”, la travesía imposible del “James Caird”... y me invadió una honda melancolía. La aventura en el siglo XXI ha cambiado la épica por la comedia y el buenrrollismo.
