13 octubre 2009

LA CALLE

Me deja estupefacto la estupefacción de los guardianes de la moralidad, sin pecado concebidos. La calle abuchea y grita... y es un rito. Una falta de respeto. Nadie entre las huestes gobernantes piensa que, a lo mejor, la calle está indignada porque hay cuatro millones de parados y cinco millones de contratos basura. O por la guerra de Afganistán. O por la reforma de la ley del aborto. O por la subida de impuestos. El gratuito que se cobra asegura que la berrea proviene de grupos extremistas. ¿Quién si no iba a montar el pollo en el país de las maravillas de ZP? Maribel Verdú, una gran actriz dicho sea de paso, declaraba el domingo en El País que la mani de la derechona en defensa de la vida le horrorizaba. Entretanto, amadrina una campaña en favor de los galgos. ¿Y qué opina de la subida de impuestos? "Me jode que te cagas, qué quiere que le diga [ríe]. Pero me descojono, ¿ve?". Seguro que la guapa Maribel tiene razones para descojonarse.
La calle, en cambio, parece que no.

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