25 mayo 2009

LAS TRINCHERAS

Hace unos días mi compañero de redacción y de facultad Antonio Astorga publicaba en la contra de ABC una entrevista a Antonio Garrido, maestro de periodistas. Un tipo cabal, trabajador y amable al que recordamos con cariño y que nos visita de vez en cuando, sobre todo en las semanas previas a Navidad para vendernos lotería. Guardo entre mis incunables una "edición especial" que se hizo como homenaje al gran Garri, murciano universal, cuando cumplió medio siglo en el periódico, un récord que quedará para los restos porque nadie va a durar tanto, ni aquí ni en ningún sitio. Recordaba Astorga en el primer párrafo una anécdota esencial para conocer al personaje: "Entraba en su casa, la Redacción de ABC (ingresó un 13 de julio de 1944) deseando «paz, paz, paz...» (algún becario mediopensionista preguntaba: «¿Por qué pide pan este señor?»)". Eran otros tiempos.
La de periodista no es la profesión más solidaria del mundo, pero aquí se hacía piña cuando pintaban bastos y nunca se miraba el reloj. Amistades, matrimonios, rollos pasajeros (o duraderos)... La endogamia era una fortaleza. Eso se acabó. No hay paz. La principal herencia del ERE, cuya negociación apura sus últimos días (o eso parece), es la fractura de este grupo humano, hasta el punto de que relaciones de buena vecindad y viejas hermandades se han hecho añicos. La cizaña campa a sus anchas en las trincheras. Llegados a este punto tengo que añadir que ni yo ni los compañeros con los que me relaciono más estrechamente hemos retirado la palabra a nadie, por muy alejadas que estén nuestras posturas ante la crisis. Quien diga lo contrario, miente. Deploro los insultos y las descalificaciones de los días de la huelga, pero tengo que añadir que ninguna "ofensa" es comparable al dolor de los amenazados por el despido. Y ahora que los menciono: la dignidad de quienes habitan la lista negra, que a pesar de llevar casi dos meses en el corredor de la muerte han seguido cumpliendo con su labor, es lo único recuperable entre los restos del naufragio.

4 comentarios:

sara dijo...

Cuando lo único que importa es la cuenta de resultados, es difícil que haya paz en ninguna parte. Aquí no volverá a haberla jamás; cuando este proceso se cierre, vendrá algún jefe supremo, nos reunirá en la biblioteca y nos volverá a pedir un esfuerzo de todos, un arrimar el hombro por el bien común. Lo hará creyendo que su oratoria nos va a convencer; no se dará cuenta de que aquí no queda nada, salvo desconfianza y mal rollo. "A mí ya me han roto", me decía una compañera "EREzada" hace un momento. Eso es lo malo, que nos han roto a todos.

jotacé dijo...

Cuando leí la entrevista del gran Astorga no pude evitar un escalofrío y, si no fuese un tipo duro, hasta hubiese asomado una lagrimilla. Es una pena en lo que se está convirtiendo esto. Ahora hasta nos quieren quitar los festivos trabajados en mayo, a lo mejor piensan que venimos a currar por gusto o venganza en vez de estar con nuestras familias. ¿Afectará esta medida tan democrática a los "sobrecogedores de los bonus tracks"? Por cierto, últimamente también abunda una tribu urbana por la redacción, los "Oscar Schlinder", que van de salvadores diciendo "yo te he quitado de la lista negra". A ver si alguno se me acerca con la murga, verás qué lindeza se lleva. Ánimo a todos y a seguir aguantado, qué remedio.Un saludo, amigo.

Anónimo dijo...

La dignidad de quienes habitamos la lista negra. La indignidad de quienes están negros porque aún no nos hemos ido.

Lamentable dijo...

¡Qué periódico! Esta tarde, tras conocerse al fin la terrible noticia de que el Ministerio de Trabajo ha aprobado el ERE, muchos en la Redacción hacían como si no pasara nada y otros incluso parecían alegrarse. Lo único bueno de todo esto es haber confirmado por fin que siempre hemos trabajado junto a auténticas sabandijas (con perdón a las sabandijas).