Uno de los argumentos más socorridos de los funámbulos de la justificación es atribuirle a Zapatero un carácter ingenuo, casi beatífico. El presidente es un voluntarista que sobrevive en medio de un fuego cruzado de odios proveniente de ETA y del PP. A Alicia se le puede perdonar el delirio de vivir en el país de las maravillas: si ha metido la pata no ha sido con mala intención. Iba persiguiendo al conejo de la paz y no vio los charcos que había en el camino. Al rival político, en cambio, hay que fustigarlo por su conducta insolidaria, por no haber comprado la mercancía y aprovecharse del fracaso del "proceso". En última instancia, habrá que elegir entre el voluntarista y sus múltiples errores o la teoría de la conspiración y el terrorismo como arma política.
Lo que me sorprende de esta argumentación no es que sea defendida por voceros y tertulianos en nómina, sino por personas corrientes -algunas, incluso, bien informadas- que no ceden ni un milímetro a la autocrítica. No sé qué le deben a Zapatero para no ver ni un atisbo de irresponsabilidad en su política antiterrorista. Como dice Emilio Alfaro en El País, "las treguas y los procesos son como los antibióticos: su eficacia se reduce con el mal uso, y a la tercera dejan de surtir efectos y crean resistencias". El presidente de la refundación creía que iba a abrir una nueva vía hacia el corazón helado de los asesinos. De hecho, su intentona -por más que se empeñen algunos- poco tiene que ver con las de González y Aznar. No voy a repetir el catálogo de cesiones a ETA durante los últimos años porque ya tiene categoría de perogrullada, pero sí enfrentar a los durmientes a dos de sus argumentos favoritos para atacar al PP: la mentira y la utilización electoral del terrorismo. He aquí dos mentiras gigantescas: la Justicia a la carta en el "caso De Juana" y el regreso de los amigos de los etarras a las instituciones (las rectificaciones -bienvenidas sean- no hacen sino reforzar el embuste inicial. Mentira retráctil, lo llama Ignacio Camacho). Y sobre el otro aspecto podemos recordar la mítica jornada de reflexión de las elecciones de 2004 y la indigencia a la que el Gobierno socialista condenó al partido de la oposición durante el "proceso", por aquello del robo de plano y la teoría del "cordón sanitario". El apoyo incondicional sin una mínima información es difícil de digerir. También ahora, rota la tregua. ¿Apoyo? Por supuesto. Pero... ¿es mucho pedir que Alicia nos diga primero en qué país vive ahora?
07 junio 2007
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